A pesar del respaldo de más de 600.000 firmas ciudadanas y el impulso de diversas plataformas animalistas, el Congreso de los Diputados no ha dado luz verde al trámite para retirar la consideración de la tauromaquia como patrimonio cultural en España.
Pero que no se llame nadie a engaño. Los antitaurinos, en su afán censor y marcadamente antiespañol, despliegan una obsesión desmedida por prohibir la tauromaquia, una tradición profundamente arraigada en la cultura española. Su cruzada, cargada de un discurso que demoniza esta práctica, ignora su valor histórico, artístico y social, mientras promueve una narrativa que estigmatiza a España y sus costumbres.
Esta postura, lejos de buscar un diálogo constructivo, se centra en imponer restricciones que coartan libertades culturales, revelando un trasfondo ideológico que rechaza todo lo que no encaja en su visión uniformizadora del mundo.
La Iniciativa Legislativa Popular (ILP), conocida como No es mi cultura, fue rechazada en el Pleno del 7 de octubre, con 169 votos en contra, 118 abstenciones y 57 a favor.
Un dato clave: la abstención del PSOE ha sido fundamental para frustrar la propuesta, en un contexto parlamentario donde las discusiones sobre los toros generan tanto divisiones como alianzas inesperadas.
La ILP buscaba derogar la Ley 18/2013, que protege a la tauromaquia como parte del patrimonio cultural español y otorga al Estado competencias para su resguardo y promoción. Los promotores deseaban devolver a las comunidades autónomas la facultad de prohibir o regular los espectáculos taurinos según sus propios criterios.
La Ley 18/2013 marcó un antes y un después en lo que respecta a la protección de la tauromaquia al declararla patrimonio cultural bajo competencia estatal. Antes de su aprobación, eran las comunidades autónomas las que regulaban los espectáculos taurinos; esto permitió iniciativas como la prohibición de las corridas en Cataluña en 2010 y las restricciones impuestas en Baleares en 2018. Sin embargo, tras este blindaje nacional, tanto la ley catalana como la balear fueron derogadas, restableciendo así a los toros su estatus como fiesta protegida en todo el país.
Los defensores del blindaje resaltan su valor cultural, artístico y económico dentro del patrimonio español. En contraposición, los críticos enfatizan el sufrimiento animal, una disminución del apoyo social hacia estas prácticas y una necesidad urgente de adaptar las leyes a sensibilidades actuales.
Sin embargo, la votación del martes ha dejado patente que el tema taurino sigue siendo un terreno de disputa política, social y cultural muy relevante.
El PSOE y la abstención que cambió el rumbo
El papel desempeñado por el PSOE ha sido crucial. La formación socialista argumenta que la cultura «no se impone ni se deroga por decreto» y hace un llamado a «mantener la serenidad frente al ruido», justificando su abstención en la necesidad de un diálogo más sosegado y respetuoso entre quienes defienden y quienes se oponen a la tauromaquia. Sin embargo, esta postura ha recibido fuertes críticas tanto de Sumar como de Podemos, quienes acusan a los socialistas de «no estar a la altura» del sentir mayoritario en contra del maltrato animal.
La votación ha dejado una instantánea clara sobre las posturas de los principales partidos:
- PP, Vox y UPN: se manifestaron en contra, sosteniendo que esta iniciativa es «un intento de censura hacia la cultura popular».
- Sumar, Podemos, Junts, ERC, EH Bildu, PNV, BNG y Compromís: apoyaron tramitar la ILP.
- PSOE y José Luis Ábalos (Grupo Mixto): optaron por la abstención, lo cual fue decisivo para el rechazo.
El futuro del debate: cultura, derechos y pluralidad
El rechazo a esta ILP no pone fin al debate; más bien lo mantiene vivo. La tauromaquia sigue generando divisiones entre los españoles así como entre sus representantes políticos. Hay quienes defienden esta práctica como parte esencial de nuestra identidad cultural mientras otros consideran que resulta anacrónica e incompatible con nuestra sensibilidad actual hacia los animales. La abstención del PSOE deja abierta una puerta para futuros diálogos; mientras tanto, el sector taurino celebra su «tarde grande» mientras los animalistas prometen seguir luchando.
