SACRILEGIO EN EL CORAZÓN DE LA CRISTIANDAD , ante la mirada atónita de fieles y turistas

El momento en que un rumano se baja los pantalones y mea en el altar de San Pedro del Vaticano

Un acto que las autoridades vaticanas han calificado como "atroz", pero que no tendrá la mínima consecuencia

El tipo se baja los pantalones y mea en el Altar de la Confesión del Vaticano.
El tipo se baja los pantalones y mea en el Altar de la Confesión del Vaticano. PD

Acongojante.

Y sin consecuencias, como todas las ofensas y crímenes que se perpetran contra cristianos.

Este sábado, 11 de octubre de 2025, mientras miles de visitantes se encontraban en la basílica de San Pedro en Roma, un tipo de alrededor de 30 años, que fue identificado como ciudadano rumano, logró eludir los controles de seguridad.

Accedió al altar mayor, que normalmente está acordonado, y ante el asombro general, se desnudó completamente y orinó sobre ese sagrado espacio.

Este acto ha sido calificado por fuentes eclesiásticas como “atroz”, y ocurrió sin que nadie pudiera intervenir a tiempo.

Esto ha reavivado las críticas sobre la gestión de la seguridad en el templo más importante del catolicismo. Las miradas se dirigen especialmente hacia el cardenal franciscano Mauro Gambetti, arcipreste de la basílica, por haber relajado los protocolos y confiar la vigilancia a personal joven e inexperto.

Este no es un hecho aislado. El 7 de febrero de 2025, otro individuo —también rumano— cruzó los cordones de seguridad sin ser detenido.

Subió al altar y arrojó seis candelabros al suelo, causando daños graves. Incluso tuvo tiempo para retirar el mantel antes de que llegara la Gendarmería.

Y antes aún, el 1 de junio de 2023, un hombre completamente desnudo con la frase “Salven a los niños de Ucrania” escrita en su espalda protagonizó una escena similar.

Tres episodios sacrílegos en menos de tres años, todos bajo la responsabilidad del cardenal Gambetti.

Curiosidades y datos locos sobre la seguridad (y falta de ella) en San Pedro

  • El altar mayor suele estar acordonado, pero en estos casos los intrusos han tenido tiempo suficiente para actuar sin ser interceptados.
  • Los zapateros, históricos guardianes del templo, han sido relegados y sustituidos por jóvenes reclutados más por lealtad que por competencia profesional.
  • Algunas voces críticas dentro del Vaticano describen el ambiente actual como “abandono, desorganización y decadencia”, muy alejado del recogimiento y solemnidad que caracterizaban este lugar.
  • La basílica de San Pedro recibe alrededor de 20.000 visitantes diarios en temporada alta. Controlar el acceso y vigilar cada rincón representa un reto logístico considerable.
  • El episodio ha sido trending topic mundial en redes sociales, generando memes y comparaciones entre la laxitud vaticana y la estricta seguridad presente en otros lugares sagrados.

Comparativa global: ¿qué pasaría en una mezquita?

En numerosos países musulmanes, profanar un espacio sagrado como una mezquita —y mucho menos un altar— tendría consecuencias inmediatas e incluso letales. En lugares como Arabia Saudí, Irán o Pakistán, actos similares podrían ser considerados blasfemia y castigados con penas severas. La diferencia en la reacción es notable: mientras que en el Vaticano estos hechos resultan en detención policial y posible expulsión del país, en otros contextos religiosos la respuesta sería considerablemente más contundente.

Esto no es solo una valoración moral; es una constatación objetiva: las ofensas a los símbolos cristianos suelen tener pocas repercusiones comparadas con lo que ocurre en otras tradiciones religiosas. No es raro ver pintadas en iglesias o actos vandálicos que apenas generan repercusiones penales. Sin embargo, cuando se trata del islam o el judaísmo, cualquier agresión simbólica provoca una tormenta mediática y judicial.

El debate interno: seguridad vs. apertura

La tensión entre mantener la basílica de San Pedro como un lugar abierto tanto a peregrinos como a turistas —una fuente vital de ingresos para el Vaticano— y garantizar tanto la seguridad como el decoro es constante. El cardenal Gambetti ha promovido una gestión más “empresarial” del templo; sin embargo, sus reformas han sido criticadas por priorizar la accesibilidad sobre la vigilancia.

Desde su llegada al cargo, se ha reducido el número de trabajadores veteranos —los célebres zapateros— optando por personal joven carente de experiencia específica en seguridad religiosa. El resultado es un ambiente donde “el clima espiritual es inexistente; todo está dejado al azar”, según fuentes internas.

Impacto social y religioso

Hechos como este no solo son una afrenta simbólica para los creyentes; también alimentan el debate sobre el papel actual del Vaticano dentro del panorama global. Mientras algunos consideran estos actos síntomas claros de decadencia institucional, otros los ven como llamados a adaptar las estructuras eclesiásticas a las demandas contemporáneas.

La reacción oficial ha sido tibia: condena pública del incidente, promesas para reforzar las medidas de seguridad y alguna declaración sobre “la importancia del respeto hacia los lugares sagrados”. Sin embargo, no hay señales evidentes que indiquen un cambio profundo en su estrategia.

Reflexión final

La basílica de San Pedro continúa siendo uno de los centros espirituales más relevantes del mundo; no obstante, sucesos como este evidencian las grietas entre tradición y modernidad. La pregunta que queda flotando es si el Vaticano podrá conciliar su vocación universal con una gestión efectiva que evite nuevos escándalos… o si estos incidentes acabarán formando parte del folclore vaticano del siglo XXI.

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Autor

Manuel Trujillo

Periodista apasionado por todo lo que le rodea es, informativamente, un todoterreno

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