En un contexto donde el envejecimiento a menudo se asocia con el olvido y la lentitud, un pequeño grupo de personas mayores de 80 años está cambiando las reglas del juego en la neurociencia.
Se les denomina “superancianos”, y su característica es tan extraordinaria como alentadora: poseen una memoria y capacidades cognitivas que compiten con las de individuos de 50 o incluso 40 años.
Estos casos, lejos de ser meras anomalías genéticas, abren nuevas puertas para comprender qué nos permite envejecer sin perder lo que nos define como seres humanos: el recuerdo, la agilidad mental y las emociones.
Durante los últimos 25 años, equipos internacionales han estado investigando a estos superancianos, desvelando los secretos que encierran sus cerebros y estilos de vida.
La conclusión es clara, por sorprendente que resulte: no existe una única fórmula mágica, sino una combinación de factores biológicos, ambientales y sociales que desafían las normas del envejecimiento cerebral.
Al examinar el cerebro de un superanciano, la sorpresa no se hace esperar. Las pruebas de neuroimagen demuestran que su corteza cerebral, esa “piel” externa repleta de neuronas, conserva un grosor comparable al de personas mucho más jóvenes, especialmente en áreas como la corteza cingulada anterior, fundamental para la memoria, la toma de decisiones y las emociones. A diferencia del resto de la población, donde el tiempo va “adelgazando” inexorablemente esta estructura, los superancianos parecen desafiar esa erosión.
Y hay más. Estudios neuropatológicos han revelado que estos cerebros contienen un número superior de neuronas von Economo, células especializadas en la cognición social y la empatía. Además, muestran menos signos de daño típicos del alzhéimer, como acumulaciones de ovillos neurofibrilares o inflamación cerebral, lo que sugiere una protección natural frente a la neurodegeneración.
Por si fuera poco, algunos superancianos pueden presentar placas amiloides (los temidos “pegotes” del alzhéimer) y aún así conservar su memoria intacta. Este fenómeno se conoce como resiliencia cerebral: el cerebro persiste, resiste y sigue funcionando con normalidad a pesar de las adversidades microscópicas.
¿Qué tienen en común los superancianos? El misterio de la longevidad cognitiva
A pesar de sus diversas historias personales, los investigadores han identificado ciertos rasgos comunes entre estos superancianos:
- Sociabilidad extrema: mantienen relaciones interpersonales intensas y activas; suelen ser optimistas, extrovertidos y emocionalmente conectados.
- Actividad física y mental constante: no cesan en su movimiento ni en su aprendizaje; cultivan hobbies variados, juegos mentales y realizan ejercicio moderado.
- Hábitos saludables: muchos siguen dietas equilibradas como la mediterránea, ricas en alimentos frescos y fermentados.
- Baja inflamación y buena salud cardiovascular: presentan perfiles lipídicos óptimos (alto colesterol “bueno” y bajo “malo”) así como un sistema inmune joven incluso a edades avanzadas.
- Resiliencia ante el estrés: enfrentan la vida con humor y una notable capacidad para adaptarse a los cambios.
Un caso emblemático es el de María Branyas, española que alcanzó los 117 años. Su biología ha sido objeto de análisis minuciosos. Su ADN contenía variantes raras asociadas a longevidad, su microbiota intestinal presentaba bacterias “juveniles” y su edad epigenética era inferior a su cronológica. Su cerebro y memoria mantuvieron su funcionalidad mientras su vida social se entrelazaba con una genética afortunada.
¿Es posible convertirse en un superanciano?
Aquí es donde la ciencia adopta un enfoque cauteloso. Aunque está claro que la genética desempeña un papel fundamental, estudios recientes sugieren que los hábitos y el entorno tienen incluso más peso que los genes en lo que respecta a cómo envejecemos. Investigaciones amplias como las del UK Biobank demuestran que factores tales como dieta, actividad física, calidad del sueño, relaciones sociales y manejo del estrés son decisivos para conservar un cerebro joven. De hecho, estos elementos tienen un impacto mayor que el legado genético en muchas personas.
Así pues, aunque no todos podemos ganar la lotería genética como los superancianos, muchos de sus secretos están al alcance:
- Fomentar relaciones personales ricas y variadas.
- Mantenerse activos física y mentalmente cada día.
- Optar por una dieta equilibrada rica en fibra, antioxidantes y probióticos.
- Dormir adecuadamente evitando el estrés crónico que acelera el envejecimiento cerebral.
- Promover el aprendizaje continuo junto con curiosidad e optimismo.
¿Es posible llegar todos a los 100 años con la lucidez propia de un superanciano? Es poco probable que eso sea lo habitual; sin embargo, sí parece factible que adoptando ciertos hábitos cada vez más personas logren disfrutar de una longevidad activa y saludable. La ciencia ya está investigando terapias e intervenciones para «rejuvenecer» el cerebro desde estimulación cognitiva hasta posibles avances biotecnológicos.
Curiosidades científicas y anécdotas sobre superancianos
Para quienes disfrutan con datos curiosos e inesperados, el mundo de los superancianos es una fuente inagotable:
- El término “superanciano” surgió tras comprobar que algunos octogenarios lograban mejores resultados en pruebas de memoria que universitarios distraídos.
- Algunos poseen una corteza cingulada anterior más gruesa que personas jóvenes de 30 años; esto ha llevado a bromear durante congresos sobre “cerebros con efecto antiarrugas”.
- En estudios post mortem se han encontrado neuronas von Economo en cantidades sorprendentes; esto sugiere que empatía y sociabilidad pueden estar literalmente grabadas en nuestro cerebro.
- Una mujer centenaria confesó que su secreto era “no aburrirse nunca y reírse ante los problemas”, incluso al olvidar dónde dejó las llaves.
- Los investigadores han notado que estos superancianos son más resistentes a sentir soledad e aislamiento; dos factores conocidos por acelerar el deterioro cognitivo más allá incluso de predisposiciones genéticas desfavorables.
¿Y qué nos espera en el futuro? Quizá no lleguemos a vivir mil años; pero si bien es cierto que envejecemos inevitablemente, al menos hagámoslo con dignidad y manteniendo nuestra memoria tan viva como nuestras ganas por seguir aprendiendo.
