España 4 - Bulgaria 0

España celebra su racha invicta con Merino de emperador y Pedri de director

La Selección española de fútbol que dirige De la Fuente alcanza los 29 partidos invicta, igualando la marca dorada de la era Del Bosque, en una noche de dominio y música de balón ante Bulgaria

España celebra su racha invicta con Merino de emperador y Pedri de director
Mikel Merino PD.

España juega con la serenidad de quien se sabe dueño del tiempo. Cada toque, una caricia; cada pase, un latido compartido. En Zorrilla, el aire olía a historia. Con Mikel Merino imponiendo su ley en el área y Pedri transformando la hierba en lienzo, la selección volvió a firmar una noche perfecta, tan sobria como luminosa, tan eficaz como estética.

De la Fuente apenas giró las piezas del tablero. Grimaldo, Baena, Laporte y Samu se unieron a una maquinaria que no se resiente ni con la rotación. Pedri, anunciado como los grandes regresos, volvía al verde y en cada toque parecía devolver al público su esperanza.

Frente a ellos, una Bulgaria refugiada en su propia sombra. España movía el balón con la paciencia de un relojero, tejiendo el juego hasta que el gol se presentara por puro destino. Samu, fuerte como un hierro viejo, peleó por cada balón como si en cada salto se jugara su sitio en la historia. En el descanso cedió su lugar a Borja Iglesias, y el ritmo no decayó: nada parece detener esta sinfonía.

Baena desplegó imaginación y coraje por la izquierda, rompiendo líneas con la insolencia de quien pide el balón para hacer magia. Oyarzabal, fiel en cualquier costado, buscó huecos con la calma de los veteranos. Enfrente, solo el portero Vutsov resistía, acumulando paradas que parecían súplicas. Bulgaria, aquella nación que tuvo en Stoichkov un faro mundial, hoy apenas deja un rastro de nostalgia.

El gol llegó desde el aire. Córner, un toque, otro, y la cabeza de Merino abriendo el marcador como un trueno contenido. Más tarde, el mismo Merino volvió a alzarse sobre todos para clavar el segundo, un gesto imperial que borró cualquier duda. Cuando De la Fuente cambió a Pedri por Barrios, el estadio se puso en pie: no era una despedida, era un homenaje.

El penalti de Oyarzabal cerró la partitura con un toque de seda. El pitido final encontró a España radiante, equilibrada, feliz. Hay algo eterno en esta Roja que juega con la ligereza del arte y la disciplina de los elegidos. Veintinueve partidos sin caer. Veintinueve razones para creer que el futuro puede escribirse a ritmo de balón.

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Autor

Paul Monzón

Redactor de viajes de Periodista Digital desde sus orígenes. Actual editor del suplemento Travellers.

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