Francia, entre la incertidumbre política y la presión social

Macron nombra a Lecornu primer ministro, cuatro días después de que este dimitiese

El regreso repentino de Sébastien Lecornu al cargo de primer ministro pone de manifiesto la parálisis institucional y la profundidad de la crisis en Francia.

Sébastien Lecornu
Sébastien Lecornu. PD

La capital francesa parece haber hecho del giro inesperado su especialidad. Solo cuatro días después de presentar su dimisión, Sébastien Lecornu regresa a la primera línea como primer ministro, nuevamente designado por el presidente Emmanuel Macron, en medio de una tormenta política y social que no cesa.

El desconcierto se siente tanto en los pasillos del Palacio del Elíseo como en las calles, donde los ciudadanos observan atónitos una serie de crisis que harían sonrojar a cualquier guionista de dramas políticos.

La decisión de Macron de volver a contar con Lecornu, exministro de Defensa, refleja la escasez de alternativas viables y la presión por conservar un mínimo nivel de estabilidad gubernamental.

Así, el país acumula cinco primeros ministros en menos de dos años, un dato que se traduce como un claro signo de una fragilidad institucional sin precedentes en la V República. El propio Macron, que llegó al poder con aires renovadores, enfrenta ahora críticas por improvisación y desgaste político.

Anatomía de una crisis sin fin

El origen del terremoto actual se sitúa en las elecciones legislativas de 2024, donde la coalición presidencial fue superada por la izquierda del Nuevo Frente Popular y acosada por la ultraderecha de Agrupación Nacional. El sistema tradicional de mayorías se rompió, y desde entonces Francia navega por aguas turbulentas, donde cada intento de conformar un gobierno se traduce en naufragio.

El colapso gubernamental ya es una rutina. El último episodio: la destitución de François Bayrou, quien perdió la confianza parlamentaria debido a su impopular plan fiscal. La vuelta de Lecornu no representa tanto una solución como un mero parche, mientras que la Asamblea Nacional continúa profundamente fragmentada. La falta de una mayoría clara convierte cada iniciativa legislativa en un auténtico campo minado.

Además, el contexto internacional no favorece. Francia ha visto cómo su calificación crediticia ha sido rebajada y el riesgo país ha aumentado. Los mercados reaccionan con nerviosismo, mientras el déficit público se sitúa alrededor del 5,8% del PIB y la deuda ronda el 114%. Las posibilidades son escasas: la presión desde la Unión Europea para reducir el déficit choca con una resistencia social a nuevos recortes.

Las calles, en pie de guerra

Mientras los despachos intentan urdir alianzas imposibles, las ciudades han visto cómo las protestas se han convertido en algo cotidiano. Las manifestaciones contra los ajustes económicos han congregado a decenas de miles en París, Lyon, Marsella y Rennes. Los lemas como “Bloqueemos todo” resuenan entre una fuerte presencia policial: más de 80.000 agentes desplegados y cientos de detenciones durante una sola jornada.

Los bloqueos en carreteras y la ocupación de edificios públicos evocan los días más intensos del movimiento de los chalecos amarillos. Esta vez, sin embargo, las protestas son aún más difusas: una coalición espontánea y sin líderes que ha surgido en redes sociales y que se alimenta del descontento hacia una clase política que parece desconectada de las preocupaciones reales del pueblo.

El sector educativo también ha sufrido las consecuencias, con cerca de un centenar de escuelas atacadas o bloqueadas. La indignación proviene del sentimiento generalizado que sostiene que, gobierne quien gobierne, las políticas austeras y la falta de respuesta social son constantes invariables.

Economía al filo y miedo al estancamiento

La inestabilidad política trae consigo efectos inmediatos y profundos sobre el ámbito económico. Los empresarios advierten sobre una parálisis inversora y un aumento significativo del riesgo de quiebras, especialmente en sectores como construcción, hostelería o industria química. La confianza se erosiona lentamente mientras el tímido crecimiento interanual—que apenas supera el 1% desde 2024—amenaza con desvanecerse.

El coste asociado a la deuda pública va en aumento y aunque algunos analistas consideran lejana una posible recesión, esta sigue acechando. El principal reto para el nuevo gobierno —si logra consolidarse— será aprobar un presupuesto sin ser derrocado antes; aunque a este paso podría decirse que sobrevivir hasta las próximas elecciones presidenciales en 2027 sería ya todo un logro.

De la crisis política a la crisis de representación

El desgaste institucional va más allá del ámbito partidario. La negativa de Macron a nombrar un primer ministro proveniente de la coalición izquierdista —pese a su victoria parlamentaria— ha sido interpretada como una ruptura con la tradición política francesa basada en cohabitación. Como respuesta: protestas masivas, intentos para destituirlo y un creciente sentimiento colectivo que sostiene que el sistema político francés requiere reformas profundas.

El papel desempeñado por la ultraderecha no es menor. Mientras izquierda y centro se sumergen en disputas internas y vetos cruzados, la Agrupación Nacional liderada por Marine Le Pen observa desde fuera esperando capitalizar este descontento durante futuras elecciones.

Una Francia que se interroga a sí misma

  • Cinco primeros ministros en dos años: récord absoluto para la V República.
  • Déficit público disparado: 5,8% del PIB; muy lejos del objetivo europeo del 3%.
  • Deuda alcanzando niveles históricos: 114% del PIB y sigue creciendo.
  • Más de 80.000 policías desplegados durante las últimas protestas.
  • Cientos de detenciones registradas durante una sola jornada movilizadora.
  • Protestas inspiradas por el movimiento chalecos amarillos pero con bases más amplias y difusas.

Anécdotas y curiosidades sobre esta crisis a la francesa

  • El récord anterior para un gobierno interino data desde 1962 con 62 días; tras dimitir Barnier, el último gobierno interino duró 51 días sin un primer ministro efectivo.
  • El movimiento “Bloqueemos todo” nació en redes sociales logrando coordinar acciones rápidamente por todo el país sin jerarquías ni portavoces reconocidos.
  • La expresión “tregua olímpica” adquirió nuevo significado durante el verano de 2024 cuando Macron decidió posponer decisiones políticas importantes hasta después de los Juegos Olímpicos celebrados en París; esperanzas frustradas ya que no funcionó como esperaba.
  • En los sondeos actuales, la confianza hacia los políticos franceses está bajo mínimos históricos; no obstante, sigue viva esa afición nacional por protestar. Como decía un famoso humorista francés: “En Francia cuando algo va mal se organiza una huelga; si eso no funciona se cambia al primer ministro… o simplemente lo reponen”.

Así es como Francia navega entre récords históricos e innovaciones sociales mientras busca ese equilibrio tan esquivo entre gobernabilidad y pluralidad; todo ello bajo las miradas atentas —y algo perplejas— del resto del mundo ante este eterno retorno a sus crisis.

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA

Lo más leído