Visto desde el punto de vista de los terroristas de Hamas y sus compinches occidentales, el panorama no podía ser más sombrío.
Hace justo dos años y unos días, el 6 de octubre de 2023 —víspera del aquelarre asesino del 7 O- los fanáticos islámicos apoyados por Irán controlaban el 100% del territorio, tenían todo el poder y no había un sólo soldado israelí en la Franja de Gaza.
Ahora, tras perder decenas de miles de militantes, haber muerto víctimas de los combates incontables civiles palestinos, con sus ciudades convertidas en escombros y gracias al plan de Paz de Trump que evitará su exterminio, no van a controlar ni la mitad de la superficie y se encuentran con que el Tsahal retiene el 58% y al final, si todo se consuma, estará dentro con una zona de seguridad.
La Franja de Gaza ha experimentado en las últimas horas un acontecimiento que marca un cambio significativo: el inicio de la retirada del Ejército israelí, acordada en tres fases, comienza a alterar el panorama político, militar y humano tras más de dos años de enfrentamientos.
Este plan, impulsado por Estados Unidos y aceptado por Israel y Hamas, se articula en torno a tres líneas fundamentales: la amarilla, la roja y lo que se denomina zona de seguridad. Cada una de estas líneas tiene implicaciones directas sobre el terreno y sobre la población.
El inicio: línea amarilla y la liberación de rehenes
La primera fase, que ya ha comenzado, implica el retiro de las tropas israelíes hasta alcanzar lo que se conoce como línea amarilla. Este movimiento no representa un abandono total de la Franja: Israel mantiene su control sobre aproximadamente el 58% del territorio, es decir, unos 210 km², según fuentes oficiales. Las fuerzas se sitúan entre 1,5 y 3,5 kilómetros de las fronteras interiores de Gaza, lo que les permite seguir monitoreando y reaccionando ante cualquier amenaza.
Este repliegue está íntimamente relacionado con la liberación de los rehenes israelíes capturados por Hamas. El acuerdo establece un plazo de 72 horas para que el grupo islamista entregue a los 48 secuestrados, entre los cuales solo una veintena continuarían con vida. A cambio, Israel se compromete a liberar a alrededor de 2.000 prisioneros palestinos. Aunque este intercambio es celebrado en Tel Aviv por las familias de los rehenes, también es un proceso cargado de tensión y dolor para ambas sociedades.
La entrada en vigor del alto el fuego ha permitido el regreso de miles de palestinos a zonas devastadas del norte de Gaza. Muchos regresan a los escombros donde antes estaban sus hogares, en un paisaje marcado por la destrucción pero también por la esperanza de una tregua duradera. El ambiente en estas áreas es tenso, tanto para las fuerzas israelíes como para los equipos de rescate y la población civil, que empieza a reorganizarse tras meses de desplazamientos.
Línea roja: la segunda fase y la seguridad estratégica
La segunda fase del plan contempla el repliegue hacia la línea roja, un límite más alejado del núcleo urbano gazatí que restringe aún más la presencia militar israelí. Su objetivo es consolidar una franja de control que permita a Israel actuar rápidamente ante cualquier posible reagrupación hostil, especialmente por parte de Hamas. Esta etapa depende del cumplimiento riguroso del acuerdo sobre la liberación de rehenes y del desarme progresivo de las facciones armadas dentro de Gaza.
La línea roja representa un equilibrio delicado entre las necesidades de seguridad israelíes y la presión internacional para reducir la ocupación militar. Estados Unidos supervisa mediante su Comando Central el cumplimiento tanto de los plazos como de la logística del repliegue; mientras tanto, la diplomacia internacional sigue muy atentamente el desarrollo del acuerdo. Las declaraciones recientes del expresidente Donald Trump acerca de que “la guerra ha terminado” han elevado las expectativas sobre una posible resolución al conflicto, aunque el escenario sobre el terreno permanece frágil.
Zona de seguridad: el retroceso definitivo y el futuro de Gaza
La tercera y última fase implica el retroceso israelí hacia una zona de seguridad, diseñada como un cinturón estratégico alrededor de la Franja. Esta área quedaría bajo vigilancia constante pero sin una presencia permanente de tropas israelíes en los núcleos urbanos. El objetivo declarado por el gobierno liderado por Benjamin Netanyahu es lograr la desmilitarización total de Gaza y el desarme completo de Hamas; sin embargo, este punto continúa generando debate y resistencia entre las partes involucradas.
En este contexto, los esfuerzos por reconstruir y brindar asistencia humanitaria cobran protagonismo. Camiones cargados con alimentos y ayuda médica han comenzado a ingresar masivamente a Gaza para hacer frente a una crisis humanitaria que ha dejado a cientos de miles sin hogar ni recursos. Los equipos locales dedicados al rescate y médicos como Mohamed al Mughayyir, responsable del servicio civil, han regresado a zonas durante meses inaccesibles para recuperar cadáveres y atender a los supervivientes.
Reacciones y contexto internacional
La retirada israelí ha generado reacciones diversas tanto en la región como en la comunidad internacional. Mientras las familias esperan ansiosas reencontrarse con sus seres queridos desaparecidos, los gazatíes enfrentan su regreso a un paisaje arrasado con una mezcla compleja entre alivio y resignación. La portavoz del gobierno israelí, Shosh Bedrosian, destaca la necesidad imperiosa mantener alerta ante posibles ataques mientras se exige a Hamas cumplir con lo acordado.
Por otro lado, Hamas ha reiterado su compromiso con liberar a los rehenes aunque denuncia enfrentamientos durante este proceso. El grupo islamista sostiene que si se cumple estrictamente el plan podría significar perder su control sobre Gaza junto con un desarme forzado; un escenario que rechazan pero que parece inevitable bajo presión internacional.
La diplomacia estadounidense juega un papel esencial en esta situación; Steve Witkoff está al frente junto con apoyo desde la administración Trump supervisando el acuerdo para asegurar una transición pacífica sin nuevos brotes violentos. Aunque aún en fases iniciales, este plan busca establecer un nuevo equilibrio regional con Gaza bajo control parcial israelí.
Perspectivas: ¿cómo puede evolucionar la situación?
El futuro inmediato está sujeto a varios factores:
- El cumplimiento estricto del plazo estipulado para liberar a los rehenes.
- La capacidad real que tenga Hamas para entregar todos los cautivos y desmantelar sus estructuras militares.
- La reacción internacional ante posibles incumplimientos o nuevos episodios violentos.
Si todo marcha según lo planeado, Gaza podría comenzar un proceso lento pero necesario hacia su recuperación con ayuda internacional destinada a reconstruir lo arrasado. No obstante, no se puede descartar nuevas confrontaciones o resistencia activa por parte de Hamas; así las cosas, el control territorial seguirá siendo motivo constante de fricción entre ambas partes.
Mientras tanto, miles comienzan ya su retorno a hogares destruidos aferrándose a esa chispa llamada esperanza; anhelan que esta retirada militar signifique el comienzo genuino hacia una nueva etapa. Sin embargo, transformar este acuerdo actual en una paz duradera será todo un desafío frente a presiones internas e externas que han caracterizado esa historia tan convulsa en Gaza.
En medio del incierto panorama actual, estas tres fases ofrecen una guía para avanzar hacia una desescalada; aunque queda claro que el desenlace final dependerá tanto del compromiso demostrado por cada parte como también sobre cómo responda una sociedad marcada por conflictos constantes.
