CRISIS POLÍTICA EN MADAGASCAR TRAS PROTESTAS JUVENILES

El presidente de Madagascar se exilia tras un levantamiento militar desencadenado por las protestas de la Generación Z

Andry Rajoelina ha dejado el país malgache después de que algunos sectores del ejército se negaran a reprimir las manifestaciones estudiantiles contra los cortes de luz y la corrupción.

El presidente de Madagascar se exilia tras un levantamiento militar desencadenado por las protestas de la Generación Z
Andry Rajoelina Wikipedia

La isla africana se encuentra en medio de su crisis política más severa en diez años. Lo que comenzó como protestas estudiantiles contra los constantes apagones y la escasez de agua ha evolucionado hacia un conflicto abierto entre el gobierno y facciones del ejército. Según el líder opositor Siteny Randrianasoloniaiko, el presidente Andry Rajoelina ha abandonado Madagascar tras perder el apoyo de unidades militares clave que se negaron a disparar contra los civiles.

Este momento refleja una irónica paradoja política: Rajoelina, quien ascendió al poder en 2009 mediante un golpe de Estado apoyado por los jóvenes, ahora se enfrenta al rechazo de esa misma generación que lo respaldó hace más de quince años. El movimiento Gen Z Mada, que se organiza principalmente a través de redes sociales, ha logrado movilizar a decenas de miles de estudiantes universitarios y de secundaria en al menos seis ciudades principales del país.

Cronología de una crisis anunciada

El conflicto tiene sus raíces en el 15 de septiembre, cuando Transparency International llevó a cabo una pequeña manifestación llamada Democrasia Mainty en Ambohijatovo, un barrio de Antananarivo. Tres días después, las políticas Clémence Raharinirina y Baba Faniry Rakotoarisoa convocaron protestas masivas frente al Senado bajo los lemas Tsy Manaiky Lembenana («No aceptamos ser pisoteados») y Leo Delestage («Hartos de los cortes eléctricos»).

El estallido se propagó rápidamente en las redes sociales. Una página de Facebook llamada Gen Z Madagascar se convirtió en el centro organizativo del movimiento, ganando más de 100.000 seguidores en solo cinco días. Curiosamente, el logo del movimiento toma inspiración del manga japonés One Piece, reemplazando el icónico sombrero de paja por uno con estilo malgache, un símbolo que los manifestantes llevaron durante sus marchas.

El 27 de septiembre fue un día clave marcado por la violencia. Las fuerzas de seguridad respondieron a los estudiantes con rifles AK-47 y gases lacrimógenos a lo largo de la avenida General Charles-de-Gaulle en Tsiadana, llegando hasta el campus Ankatso de la Universidad de Antananarivo. La brutalidad del ataque generó aún más indignación, ya que ocurrió cerca del hospital privado Mpitsabo Mikambanana 24/24, una prestigiosa institución médica del país.

Las autoridades impusieron toques de queda desde las 19:00 o 20:00 hasta las 04:00 o 05:00 horas en las principales ciudades: Antananarivo, Mahajanga, Toamasina, Antsirabe y Toliara. Sin embargo, estas restricciones no lograron frenar la ola creciente de protestas.

La disolución del gobierno y el nombramiento militar

Frente al aumento de la violencia, Rajoelina intentó apaciguar la situación con medidas superficiales. El 26 de septiembre destituyó a su ministro de Energía. Tres días después, el 29, anunció la disolución total del gobierno encabezado por el primer ministro Christian Ntsay, dándose un plazo para nombrar sucesor. En esa jornada, las fuerzas de seguridad arrestaron al diputado Antoine Rajerison.

El 6 de octubre, Rajoelina designó al general militar Ruphin Zafisambo como nuevo primer ministro, una decisión que subrayaba la creciente militarización del conflicto. Sin embargo, esta estrategia resultó insuficiente para recuperar la legitimidad perdida. Los estudiantes no solo mantenían sus demandas sobre servicios básicos, sino que ahora exigían la renuncia del presidente y la liberación inmediata de los detenidos.

El motín militar que cambió todo

El 11 de octubre marcó un punto decisivo. Unidades del Cuerpo de Administración de Personal y Servicios del Ejército (CAPSAT) llevaron a cabo un levantamiento en apoyo a las manifestaciones. Soldados y gendarmes se unieron a los protestantes en las calles de Antananarivo, declarando públicamente su negativa a cumplir órdenes para disparar contra civiles.

La respuesta gubernamental fue acusar «un intento ilegal de tomar el poder», pero la fragmentación dentro del mando militar evidenciaba que Rajoelina había perdido control sobre sus fuerzas armadas. Para la tarde del 12 octubre, el ambiente seguía siendo extremadamente volátil, con grandes movilizaciones civiles y sectores militares actuando por su cuenta.

El costo humano: 22 muertos y más de 100 heridos

Según declaraciones de Volker Türk, presidente de la Comisión de Derechos Humanos en Naciones Unidas, al menos 22 personas han muerto y más de 100 han resultado heridas, incluidos menores. Estas víctimas son consecuencia tanto del accionar desmedido por parte policial como del caos generalizado que ha afectado zonas comerciales y servicios públicos en diversas ciudades importantes. Aunque el Ministerio malgache rechazó oficialmente estas cifras, organizaciones internacionales como Amnesty International han confirmado la gravedad del panorama.

En palabras de Tigere Chagutah, director regional para África Oriental y Austral en Amnesty International, «cada muerte en las calles malgaches es un doloroso recordatorio del violento ataque al derecho a protestar pacíficamente». La organización ha instado a realizar investigaciones exhaustivas sobre el uso excesivo de fuerza y demanda la liberación inmediata todos aquellos detenidos por ejercer su derecho a manifestarse.

Además, han criticado una ley represiva con más de siete décadas que otorga amplios poderes a las fuerzas policiales para reprimir protestas y criminalizar la participación ciudadana; esto claramente infringe las obligaciones internacionales asumidas por Madagascar respecto a derechos humanos.

Las demandas de la Generación Z

Los jóvenes manifestantes han planteado exigencias que van mucho más allá simplemente demandar solución a los cortes eléctricos. Los estudiantes denuncian condiciones vitales precarias y reclaman «el mismo derecho a condiciones justas para estudiar» que disfrutan los hijos e hijas líderes malgaches que estudian fuera del país. Esta petición resalta una profunda desigualdad social arraigada en esta nación insular.

Los apagones prolongados que dejan hogares y negocios sin electricidad durante más de doce horas diarias simbolizan una gestión gubernamental vista por muchos jóvenes como corrupta e ineficaz. La falta crónica agua potable agrava una situación crítica para los sectores más desfavorecidos.

Madagascar y la ola global de protestas juveniles

El fenómeno ocurrido en Madagascar es parte integral una tendencia global donde los jóvenes lideran movilizaciones significativas desde lugares como Bangladesh hasta Nepal e Indonesia o Kenia; utilizando redes sociales como herramientas organizativas para exigir cambios estructurales ante gobiernos percibidos como desconectados.

En Marruecos también han surgido revueltas juveniles contra inversiones millonarias destinadas infraestructura para la Copa Mundial FIFA 2030 mientras necesidades urgentes como salud pública o educación permanecen desatendidas. Este paralelismo muestra un patrón común: gobiernos priorizando proyectos internacionales sobre servicios básicos fundamentales para sus ciudadanos.

Lo peculiar del caso malgache es cómo una crisis relacionada con servicios públicos ha escalado rápidamente hacia convertirse en un desafío existencial para el régimen actual. La capacidad organizativa demostrada por Gen Z Mada ha sorprendido tanto a analistas locales como internacionales; evidenciando que las nuevas generaciones africanas cuentan con herramientas organizativas inéditas respecto a sus predecesores.

Antecedentes históricos y perspectivas futuras

Madagascar tiene antecedentes históricos marcados por inestabilidad política desde su independencia francesa en 1960; experimentando golpes estatales y cambios constitucionales frecuentes. El propio Rajoelina llegó al poder tras derrocar al entonces presidente Marc Ravalomanana con apoyo juvenil junto sectores militares.

Que ahora sean precisamente esos jóvenes quienes lo rechazan concluye un ciclo político irónico pero predecible. Durante su mandato, Rajoelina no logró abordar problemas estructurales persistentes: infraestructura deficiente, corrupción sistémica, pobreza extendida y servicios públicos prácticamente inexistentes fuera algunas áreas rurales importantes.

La huida confirmada del presidente abre un escenario incierto; con ejército dividido, gobierno disuelto y nuevo primer ministro militar recién nombrado; Madagascar enfrenta múltiples posibilidades: gobierno civil transitorio o régimen militar temporal o incluso una prolongada crisis institucional con riesgo latente violencia generalizada.

La comunidad internacional observa preocupada; Madagascar es uno países más empobrecidos pese contar recursos naturales importantes; necesita estabilidad avanzar desarrollo económico bienestar social sostenible. No obstante cualquier solución deberá atender necesariamente demandas Generación Z dispuesta arriesgarlo todo por cambio real.

Los días venideros serán cruciales determinar si Madagascar logra transitar pacíficamente hacia nuevo orden político o si crisis se profundiza consecuencias impredecibles emergen ante ella. Lo evidente es viejo modelo gobernanza basado promesas incumplidas represión selectiva ha llegado fin; juventud malgache ha dejado claro no aceptará volver normalidad anterior caracterizada privaciones desigualdades falta oportunidades.

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