Penoso.
Sonrojante.
Inusual.
La cumbre por la paz en Gaza, que tuvo lugar en Sharm el Sheij, Egipto, reunió a una treintena de líderes globales, todos con la vista puesta en un anhelado acuerdo de alto el fuego entre Israel y los terroristas de Hamás.
Sin embargo, el evento fue marcado por un momento inesperado: Donald Trump aprovechó la ocasión para criticar públicamente a Pedro Sánchez por el escaso gasto en defensa de España, dejando al presidente español en una situación comprometida frente a sus colegas internacionales.
El saludo entre ambos mandatarios fue cordial pero cargado de tensiones.
Trump, fiel a su estilo directo, preguntó a Sánchez: «¿Estáis trabajando aquí sobre el PIB?», refiriéndose al porcentaje del gasto en defensa respecto al Producto Interior Bruto que exige la OTAN.
Aunque la interacción fue breve, se podía sentir la incomodidad en el aire.
Solo cuatro días antes, Trump había sugerido que la Alianza Atlántica debería expulsar a España por no comprometerse al 5% del PIB en gasto militar, una cifra notablemente superior al 2,1% actual que el Gobierno del marido de Begoña considera adecuado.
El gesto del presidente estadounidense no fue casual. Ya en la última cumbre de la OTAN celebrada en La Haya, Trump había amenazado con imponer aranceles si España no incrementaba su aportación militar. En esta ocasión, su actuación ante los medios fue aún más evidente.
Trump llegó tarde y organizó su propio saludo ante las cámaras, utilizando la presencia de Sánchez para enviar un mensaje contundente a los socios de la Alianza: el compromiso con la defensa es innegociable.
🎥🔴 Por fin se han saludado Trump y Sánchez.
Después ha mandado al felón a por un whisky… pic.twitter.com/QUocVNwYka
— Sr. Barbas®🖤🇪🇸 (@BarbaLight) October 13, 2025
Un trasfondo político y personal
La crítica de Trump hacia Sánchez se produce en un clima de creciente tensión entre ambos gobiernos.
El marido de Begoña ha defendido mantener el gasto militar por debajo del 5% del PIB, alegando que un aumento así podría comprometer políticas sociales y requeriría el respaldo de sus aliados parlamentarios.
Desde Moncloa subrayan que España es un miembro comprometido con la OTAN y cumple con sus obligaciones; sin embargo, la presión desde Washington sigue siendo intensa.
La relación personal entre ambos líderes también es relevante.
Segundo 9 del vídeo. Trump, gira la cabeza y clava los ojos en Sánchez. ¿Qué hace el líder español? ¡Zas! Desvía la mirada a la velocidad de un rayo.
¿Cobarde? ¡Absolutamente! Mientras Trump suelta indirectas afiladas sobre quiénes le caen mal en esa fila de presidentes… pic.twitter.com/p9fGWHaHGb
— Indonesia (@IndonesiaMar) October 13, 2025
Ayer, Sánchez parecía disfrutar de la cercanía con Trump, buscando consolidar una imagen internacional que lo acerque a figuras como Giorgia Meloni o a los círculos influyentes de Wall Street.
Él y su esposa son grandes admiradores de Manhattan y aspiran a ser invitados a Mar-a-Lago, la lujosa mansión de Trump en Palm Beach, Florida; un símbolo indiscutible de estatus dentro de la élite política y económica estadounidense.
En cuanto al lenguaje corporal, Trump utilizó su característico tirón de brazo al saludar a Sánchez; un gesto que repitió con otros mandatarios pero que dedicó unos segundos más al presidente español, dejando claro que le concede una atención especial. Aunque ambos sonrieron durante el encuentro, quedó patente la disparidad de enfoques: mientras Trump asumía su rol como anfitrión y mediador, Sánchez intentaba mantener una postura diplomática adecuada.
El zurdeiro patrio se las prometía muy felices con el saludo de Trump. Pero al final se torció la cosa y Sánchez nos lleva a un nuevo ridículo internacional de España ante los principales países del mundo.
Trump recuerda al tonto que tenemos que cumplir lo firmado.
Subtitulado. pic.twitter.com/6aRGGeiMpp— Jose Libertad Ley (@hispaniaenlucha) October 13, 2025
La cumbre y el papel de España
La firma del plan de paz para Gaza—mediado notablemente por Trump y el presidente egipcio Abdelfatah al Sisi—resultó en la liberación de rehenes y un compromiso para reconstruir el enclave. Trump no dudó en proclamarse como artífice del acuerdo, afirmando que “todo el mundo decía que la paz en Oriente Próximo era imposible, pero va a suceder y está sucediendo ante sus propios ojos”.
Para España, esta cumbre representaba una oportunidad para demostrar liderazgo internacional tras haber reconocido al Estado palestino y haber impuesto un embargo sobre material militar hacia Israel; acciones consideradas clave por Madrid para presionar a Benjamín Netanyahu hacia un alto el fuego. El ministro de Exteriores, José Manuel Albares, defendió desde Egipto la disposición española para participar en la reconstrucción de Gaza y avanzar hacia una solución basada en dos Estados.
Sin embargo, las declaraciones de Trump desviaron rápidamente el foco hacia el gasto militar español, restando protagonismo a las iniciativas españolas. Desde Moncloa intentaron minimizar las implicaciones del reproche presidencial estadounidense recordando que la presencia de Sánchez en este foro global evidencia las sólidas relaciones con Estados Unidos y su compromiso con la Alianza Atlántica. Aun así, es innegable que se ha abierto un choque diplomático significativo y aumenta la presión sobre el Ejecutivo español.
Escenarios de futuro
Lo ocurrido en Sharm el Sheij anticipa un periodo donde se exigirá más a los países europeos respecto a defensa. Si Estados Unidos continúa ligando protección militar con objetivos económicos—como ha hecho repetidamente Trump—naciones como España tendrán que encontrar delicados equilibrios entre sus políticas internas y los compromisos internacionales.
De cara al futuro, no se descarta que la OTAN endurezca sus exigencias sobre gasto militar; aunque por ahora las amenazas sobre expulsiones o aranceles parecen más gestos políticos que acciones concretas. Por su parte, Sánchez enfrenta el desafío de mantener vigente la relevancia internacional de España sin renunciar a sus prioridades sociales mientras navega entre las presiones desde Washington y las complejidades propias del Parlamento español.
El episodio egipcio—con Trump dominando el escenario mientras Sánchez se veía obligado a justificarse ante una audiencia global—nos recuerda que en política internacional no hay descanso posible; muchas veces los gestos son tan significativos como los acuerdos formales. El futuro de las relaciones entre ambos países y del papel español dentro de la OTAN dependerá fundamentalmente de cómo manejen sus líderes esta compleja danza diplomática ante un mundo cada vez más demandante e interconectado.
