Hoy, 25 de junio de 2025, el escenario internacional se ha visto sacudido por las declaraciones de Donald Trump. El presidente estadounidense ha lanzado una advertencia directa a España: si el Gobierno de Pedro Sánchez no se compromete a elevar el gasto en defensa hasta el 5% del PIB, habrá represalias comerciales. Este ultimátum llega tras la cumbre de la OTAN celebrada en La Haya, donde los líderes aliados han pactado un incremento histórico del gasto militar, en buena parte impulsado por la presión estadounidense.
El contexto no puede ser más tenso. Con una Europa marcada por la amenaza rusa y la inseguridad global, la exigencia estadounidense busca reforzar los compromisos militares de sus socios. Sin embargo, España ha defendido mantener su aportación en torno al 2,1%, alegando que ese nivel es suficiente para cumplir con los objetivos de capacidades militares acordados en el seno de la Alianza Atlántica. Este desacuerdo ha desencadenado una dura reacción de Trump, que no ha dudado en calificar a España como «el único país que no quiere pagar» y ha prometido medidas que «harán pagar el doble» al país ibérico en el ámbito comercial.
Antecedentes: gasto militar y presiones aliadas
La polémica sobre el gasto en defensa no es nueva. Desde hace años, Estados Unidos —especialmente bajo presidencias republicanas— ha instado a los socios europeos a aumentar su presupuesto militar, tradicionalmente fijado en el 2% del PIB. Ahora, la declaración final de La Haya eleva esa meta al 5%, un salto que España considera desproporcionado e innecesario. El Gobierno español argumenta que priorizar una subida tan abrupta pone en riesgo otras partidas esenciales como sanidad o educación y apuesta por una interpretación más flexible del acuerdo.
Pese a las presiones, Sánchez ha reafirmado que España es un socio confiable, comprometido con la defensa colectiva y dispuesto a cumplir con las capacidades militares requeridas por la OTAN, pero sin aceptar imposiciones porcentuales consideradas excesivas. El ministro Carlos Cuerpo ha insistido en que «España va a ser parte de la solución» y no teme represalias estadounidenses, subrayando que el país ya cumple con sus compromisos esenciales.
La amenaza comercial: ¿realidad o estrategia electoral?
Las declaraciones de Trump han sido contundentes: «Vamos a hacer que paguen el doble. Es injusto. Lo digo totalmente en serio». El mandatario estadounidense acusa a Sánchez de ser el único líder aliado reticente y amenaza con negociar un acuerdo comercial menos favorable para España o imponer sanciones directas si no hay un giro en política presupuestaria militar.
Esta postura no es nueva en la retórica trumpista. Ya durante su anterior mandato, utilizó amenazas comerciales para forzar cambios políticos entre sus aliados europeos. Sin embargo, ahora el contexto es más complejo: Estados Unidos y Europa negocian acuerdos comerciales clave y cualquier medida punitiva podría dañar sectores sensibles para ambas economías.
El temor inmediato se centra en posibles aranceles sobre productos españoles estratégicos —como aceite de oliva, vino o productos industriales— o restricciones a inversiones españolas en territorio estadounidense. Aunque desde Moncloa insisten en que España seguirá siendo parte del consenso aliado y no teme quedar fuera del «paraguas protector» de la OTAN, el riesgo real reside en cómo puedan evolucionar las negociaciones bilaterales.
¿Hacia una guerra comercial o un pacto diplomático?
La reacción internacional no se ha hecho esperar. En Bruselas y otras capitales europeas se percibe con preocupación este giro hacia una posible guerra comercial interna dentro del bloque atlántico. Para muchos observadores, Trump utiliza la presión sobre España como aviso preventivo para otros aliados reticentes al nuevo objetivo presupuestario.
Mientras tanto, fuentes diplomáticas apuntan a que las amenazas podrían formar parte de una estrategia negociadora más que de una decisión inminente. No obstante, empresarios españoles temen efectos inmediatos si Washington decide endurecer controles aduaneros o revisar licencias para empresas con intereses en Estados Unidos.
La cumbre aliada deja así un regusto amargo para España: debe equilibrar sus compromisos internacionales con las prioridades nacionales y evitar convertirse en blanco prioritario de medidas comerciales estadounidenses. A corto plazo, todo apunta a un pulso diplomático intenso; a medio plazo, dependerá del margen real que ofrezca la OTAN para interpretar los acuerdos alcanzados.
Claves del futuro inmediato
- El Gobierno español mantiene su compromiso con los objetivos militares aliados pero rechaza subir el gasto al 5% del PIB.
- Trump amenaza con represalias comerciales inmediatas si no hay cambios.
- Sectores como agroalimentación e industria española temen ser los primeros afectados.
- La UE observa con cautela estos movimientos ante el riesgo de fragmentación interna.
- La evolución dependerá tanto de las negociaciones bilaterales como del contexto político interno estadounidense y europeo.
A día de hoy, ni Moncloa ni Washington han dado pasos concretos hacia sanciones formales, pero el clima es claramente hostil. La amenaza está sobre la mesa y condicionará las relaciones comerciales y políticas entre ambos países durante los próximos meses.

