En la España de 2025, acostumbrados ya a ver cómo el Gobierno de Pedro Sánchez se enzarza con medios nacionales cada vez que una portada incomoda en Moncloa, lo que ha sorprendido esta semana ha sido la virulencia con la que el Ejecutivo se ha dirigido a un histórico diario británico: The Telegraph. ¿El motivo? Un artículo del editor de Economía Global del rotativo, Ambrose Evans-Pritchard, que atribuye el reciente gran apagón eléctrico del 28 de abril a un supuesto «experimento» con energías renovables dirigido por el propio Gobierno español. El resultado: una tormenta política y mediática con aroma internacional.
La respuesta oficial no se hizo esperar. La ministra de Ciencia, Diana Morant, tachó la publicación de “bulo” y de “conspiranoica”, lanzando dardos no solo al Telegraph sino a cualquier medio que ose salirse del relato gubernamental. Según Morant, “todo medio de comunicación que no le baile el agua al Gobierno es un bulo o pseudomedio”, extendiendo así la sospecha sobre uno de los periódicos más veteranos y premiados del Reino Unido.
El 28 de abril, un apagón inédito dejó a oscuras a millones en España y Portugal. La versión oficial es aún confusa: mientras técnicos de Red Eléctrica investigan una oscilación “anómala” media hora antes del “cero eléctrico”, las explicaciones públicas han sido tan escasas como poco convincentes. La ministra para la Transición Ecológica compareció en el Senado para anunciar avances en la investigación, pero las eléctricas (agrupadas en AELEC) denuncian que el análisis se limita a los 20 segundos previos al colapso, ignorando días de inestabilidad eléctrica previa que afectaron infraestructuras críticas como la refinería de Cartagena.
La polémica columna del Telegraph se apoya en fuentes anónimas de Bruselas para insinuar que el apagón fue provocado deliberadamente como prueba para medir la capacidad renovable antes del inminente cierre nuclear programado para 2027-2035. El artículo no escatima en dramatismo al comparar el incidente con Chernóbil –una analogía sin duda exagerada– pero acierta al señalar lo más evidente: el Gobierno no ha ofrecido una explicación clara y convincente sobre lo sucedido.
Estrategia sanchista: matar al mensajero
La reacción oficial ante las acusaciones internacionales recuerda a una táctica habitual del sanchismo: desacreditar primero, explicar después (si es que se explica). Se ha visto con medios nacionales críticos, con jueces incómodos y ahora también con cabeceras extranjeras. La consigna parece clara: quien cuestione el relato gubernamental es tildado de conspiranoico o difusor de bulos. Según Diana Morant, “tenemos que contestar con toda la contundencia” porque lo publicado por The Telegraph “claramente es una acusación contra el Gobierno de España”.
Por si fuera poco, desde filas socialistas se insinúa que detrás del artículo hay oscuros intereses empresariales deseosos de sembrar dudas sobre la transición energética española. La vicepresidenta primera y ministra de Hacienda, María Jesús Montero, ha apuntado directamente hacia esos grupos, asegurando –sin pruebas concretas– que “hay un grupo de interés empresarial detrás de esa tesis”.
El sospechoso silencio sobre las causas reales
Mientras tanto, la sociedad española asiste atónita al despliegue gubernamental: mucha indignación ante las preguntas incómodas y muy pocas respuestas técnicas sobre lo ocurrido. El Partido Popular ha criticado duramente esta actitud. Consideran inaceptable que los españoles tengan que enterarse “por los medios extranjeros” de las causas del apagón, y acusan directamente a Sánchez de ocultar información relevante y tratar de distraer a la opinión pública con teorías alternativas como la del ciberataque.
Esta opacidad refuerza una sensación ya extendida entre buena parte de los ciudadanos: cuando algo importante ocurre y las explicaciones oficiales son confusas o tardías, brotan inevitablemente las sospechas. El silencio gubernamental –más aún cuando se acompaña de descalificaciones sistemáticas a quien pregunta– solo alimenta teorías alternativas y erosiona la confianza pública.
Prensa internacional vs. relato oficial: un pulso creciente
El choque actual entre Moncloa y The Telegraph no es un caso aislado. En los últimos meses, varios medios británicos han cargado contra distintas políticas españolas, desde el control sobre la inversión inmobiliaria extranjera hasta la gestión turística o los planes fiscales para propietarios no residentes. Sin embargo, nunca antes se había visto una reacción tan airada por parte del Ejecutivo español.
La clave está en cómo afecta esto a la imagen exterior del país:
- El prestigio internacional queda tocado cuando se acusa abiertamente a periódicos centenarios –con premios internacionales– de difundir bulos.
- Los inversores extranjeros observan con inquietud cómo España responde a las críticas externas.
- La sociedad civil percibe un endurecimiento en la relación entre poder político y prensa independiente.
Curiosidades y datos llamativos
- The Telegraph fue fundado en 1855 y cuenta con más de 170 años de historia; rara vez es catalogado como tabloide sensacionalista.
- El apagón eléctrico español es calificado por algunos analistas internacionales como “el peor fallo eléctrico en cualquier país desarrollado en tiempos modernos”.
- En paralelo a este rifirrafe mediático-político, Pedro Sánchez afronta otros frentes judiciales delicados: su hermano David Sánchez acaba de ser imputado por tráfico de influencias y prevaricación.
- La ley inmobiliaria que prepara el Gobierno ha disparado aún más la tensión diplomática con Reino Unido, pues los británicos son los mayores compradores extranjeros de viviendas en España (representan el 8,2% del total).
- Pese a todo, el Ejecutivo sigue convencido de tener razón… aunque los expertos recomiendan menos descalificaciones públicas y más transparencia técnica.
A falta todavía de conclusiones definitivas sobre las causas reales del apagón –y mientras Moncloa sigue mirando con recelo a todo periodista extranjero armado con preguntas incómodas– parece claro que el enfrentamiento entre relato oficial y prensa internacional va para largo… Y si algo nos enseña esta historia es que cuando un Gobierno ve conspiranoicos por todas partes quizá debería revisar primero sus propias explicaciones.
