Hace bastantes años, cuando no existía ´Wokepedia´, e Internet no era siquiera un proyecto, descubrí un libro que habría de marcar mis estrategias frente al mundo, en todos sus aspectos; en todos.
Lo curioso es que se trataba de un libro de estrategia militar. Y no, no era el manido “El arte de la guerra» de Sun Tzu, biblia de los ´frikis´ del ‘copy&paste´.
El libro en cuestión era un análisis pormenorizado de las diferentes batallas que libró Aníbal, y cuál fue la estrategia que aplicó en cada una de ellas.
Pues bien, tras ver la ´chicletosa´ evolución del conflicto EE.UU.& Venezuela, o, si lo prefieren, el ´duelo´ Trump-Maduro, aquel libro, del que no recuerdo título, ni autor, me ha venido a la memoria. Concretamente, el capítulo dedicado a la batalla que sostuvo Aníbal contra una tribu gala, aliada de Roma, en su forzado cruce del Ródano; paso obligado éste, antes de llegar a los Alpes, cruzarlos, y comenzar la fiesta.
Esta fue la historia.
Aníbal monta su campamento a orillas del Ródano, en un punto que su ejército lo pudiera cruzar sin perecer en el intento. Se montan las tiendas, se reparte el rancho, y se envía a la tropa a dormir.
Frente a ellos, en la otra orilla, los galos, pintarrajeados, y medio en pelotas, vociferando como posesos.
Aníbal separa tres secciones del grueso de su caballería, y establece los turnos de la ´pantomima´. La táctica consistía en tener en máxima tensión a los galos, el máximo tiempo posible. Así, mientras el primer grupo de jinetes hacía conatos de ataque, y luego retrocedían, las otras dos secciones, comían, bebían, charlaban, y descansaban, hasta que les llegara su turno. Y así, toda la noche, y vuelta a empezar.
No se sabe exactamente las horas, o días, que duró el teatro. Lo que sí se sabe es que, cuando los galos, afónicos, helados y desnutridos, ya no se tenían en pie, todo el ejército cartaginés, fresco y descansado, cruzo el rio y machacó lo poco que de moral y fuerza les quedaba a los galos. La versión que cuenta la ´Wokepedia´, amén de superficial y simplista, no se parece en nada a la que yo estudié.
Lo peor de la pena de muerte, no es la muerte en sí misma, sino la estancia en el corredor de la muerte, sin saber cuando te van a llamar. La última comida; el último corte de pelo; la visita del cura…
Aquí, hoy, ellos son los galos, y Trump es Aníbal, y el poder, el arma imbatible de Trump, como antes lo fuese de Aníbal, es el de ser el dueño del tocadiscos. ¡Bailad, malditos, bailad!
¡Sanchinflas, calienta que sales!

