Hay quienes se levantan como nuevos y otros que, tras haber dormido ocho horas, parecen haber corrido una maratón.
Un grupo internacional de investigadores ha logrado desentrañar por qué ocurre esto: los sueños no son todos iguales y su impacto en el cerebro y la salud mental varía considerablemente.
La investigación, encabezada por la Universidad Concordia de Montreal, ha identificado cinco perfiles de sueño, cada uno con sus propias características y riesgos.
Este descubrimiento no solo ayuda a comprender por qué algunas personas son más susceptibles al estrés o a la depresión, sino que también abre nuevas vías para mejorar el bienestar mental desde el mismo momento en que cerramos los ojos.
Esta clasificación va más allá de una simple curiosidad académica; ilumina la compleja relación entre el sueño nocturno y nuestra mente.
Los científicos llevaron a cabo un análisis con 770 adultos jóvenes mediante encuestas, pruebas cognitivas y escáneres cerebrales, buscando patrones que explicaran las diferencias individuales.
El resultado fue la identificación de cinco tipos de durmientes que, según los especialistas, pueden influir desde el estado de ánimo hasta la capacidad para aprender.
Los cinco perfiles: mucho más que dormir mal o bien
- El rumiador insomne: Este grupo tiene serias dificultades para conciliar el sueño, se despierta repetidamente durante la noche y rara vez se siente descansado al despertar. No se trata únicamente de fatiga; estas personas presentan altos niveles de ansiedad, depresión, ira y estrés. Sus cerebros muestran una conectividad reducida entre las áreas dedicadas a la autorreflexión y aquellas responsables de la atención, lo que les dificulta desconectar de pensamientos negativos y concentrarse en su entorno. ¿Te sorprende saber que suelen quedar atrapados en ciclos mentales? La ciencia ya ha confirmado este fenómeno.
- El resiliente emocional: Aquí encontramos a quienes, pese a tener un buen descanso, experimentan síntomas de malestar psicológico, especialmente dificultades de atención. Este fenómeno, conocido como “resiliencia al sueño”, pone de manifiesto que dormir bien no siempre actúa como un escudo contra problemas emocionales. Curiosamente, sus cerebros no muestran las alteraciones observadas en el primer grupo, lo cual sugiere que los problemas del sueño y los trastornos emocionales pueden originarse en causas distintas y requieren tratamientos específicos.
- El ayudado por la química: Este perfil incluye a aquellos que frecuentemente recurren a somníferos u otros remedios para poder dormir. Si bien logran conciliar el sueño, sus resultados en pruebas cognitivas son peores en memoria y reconocimiento emocional. Los escáneres cerebrales revelan una conectividad menor en áreas cruciales para la visión y la memoria, lo cual podría explicar por qué estos durmientes enfrentan más dificultades para procesar información emocional o recordar detalles cotidianos.
- El dormilón corto: En este grupo se agrupan quienes duermen menos de siete horas, lo cual es inferior al mínimo recomendado. Esta falta de sueño se traduce en menor precisión, tiempos de reacción más lentos y un rendimiento deficiente en tareas que requieren habilidades sociales y lingüísticas. Además, suelen mostrar mayor agresividad y un aumento en la conectividad entre ciertas redes cerebrales; un patrón relacionado con la privación del sueño y un deterioro del autocontrol.
- El interrumpido nocturno: Por último están quienes sufren despertares frecuentes durante la noche. Estos microcortes afectan negativamente su memoria operativa, capacidad lingüística e incrementan los niveles de ansiedad. También se asocian con un mayor consumo de sustancias y rasgos agresivos. Los análisis cerebrales indican que estas interrupciones alteran las regiones dedicadas al lenguaje y a la memoria, afectando el rendimiento cognitivo incluso después de haber pasado una noche aparentemente larga.
¿Por qué el sueño es tan importante para la mente?
El sueño va mucho más allá de ser un simple “apagón” nocturno. Durante este tiempo crucial, nuestro cerebro entra en una fase activa: el hipocampo —responsable de nuestra memoria— reactivará experiencias pasadas y reorganiza conexiones neuronales. No solo consolidamos recuerdos; también ensayamos para lo que nos espera al día siguiente. Estudios recientes apuntan a que mientras dormimos se sincronizan neuronas preparándose para enfrentar futuros retos. Es decir, dormir no solo nos ayuda a recordar; también nos permite anticipar situaciones venideras y adaptarnos mejor a ellas.
No dormir lo suficiente o hacerlo irregularmente puede afectar nuestra plasticidad cerebral —la capacidad para aprender cosas nuevas— e incluso nuestra gestión emocional. De hecho, la falta de sueño está relacionada con un mayor riesgo de trastornos del ánimo, problemas atencionales e incluso enfermedades neurodegenerativas como la demencia a largo plazo.
Conocer tu perfil de sueño permite personalizar las recomendaciones sobre salud. Por ejemplo:
- Si perteneces al grupo del sueño interrumpido, es recomendable revisar tus hábitos antes de dormir y evitar estimulantes.
- Aquellos que duermen menos de siete horas deberían intentar ajustar sus horarios y limitar la exposición a luces azules provenientes de pantallas.
- El uso frecuente de somníferos puede necesitar evaluación médica para prevenir dependencia o deterioro cognitivo.
- Los perfiles con intensos síntomas emocionales podrían beneficiarse enormemente de intervenciones psicológicas específicas.
En definitiva, no hay una receta única aplicable a todos: lo esencial está en adaptar las estrategias según cada tipo de durmiente.
Curiosidades científicas y anécdotas del mundo del sueño
- El récord mundial por insomnio voluntario pertenece a Randy Gardner; en 1964 estuvo 11 días sin dormir. Durante ese tiempo experimentó alucinaciones, pérdida temporal de memoria y descoordinación motora; sin embargo, logró recuperarse tras varias noches seguidas durmiendo profundamente.
- Los delfines tienen una curiosa habilidad: duermen con media parte del cerebro despierta para seguir nadando y poder respirar en superficie. ¿Quién dijo que sólo los humanos pueden hacer varias cosas a la vez?
- Durante el sueño REM (movimiento ocular rápido), nuestros músculos están “paralizados” para impedirnos actuar físicamente nuestros sueños más extravagantes; sin este mecanismo protector los accidentes nocturnos serían algo habitual.
- En promedio, los seres humanos pasan alrededor de 26 años durmiendo y casi 7 años soñando; ¡nada menos que un tercio total del tiempo bajo las sábanas!
- Algunos investigadores sugieren que los sueños podrían servir para limpiar «la basura» mental acumulada durante el día; como si nuestro cerebro realizara una puesta a punto nocturna.
Dormir correctamente no es solo cuestión cuantitativa; también importa mucho la calidad del descanso… Y ahora sabemos que ser parte del perfil adecuado juega un papel crucial. Aunque continúen surgiendo misterios sobre el sueño científico por desvelar, hay algo innegable: nada supera una buena siesta para descubrir realmente qué tipo eres.
