Y sin opciones para la izquierda.
Porque ni siquiera estará presente, tras 20 años de dominio agobiante y agónico.
La noche del 17 de agosto, Bolivia fue testigo de un giro electoral inesperado: Rodrigo Paz Pereira y Tuto Quiroga lograron avanzar a una segunda vuelta que, por primera vez en 20 años, carece de un candidato de la izquierda como protagonista.
En un país sumido en una crisis económica y una fractura política sin precedentes, se abre el reto de redefinir su identidad política y social, mientras el electorado tradicional del Movimiento al Socialismo (MAS) busca nuevas alternativas.
El desplome del MAS, después de casi dos décadas en el poder, ha dejado un vacío complicado de llenar.
La disputa interna entre los renovadores liderados por Luis Arce y los radicales leales a Evo Morales ha debilitado la maquinaria electoral que había garantizado victorias amplias desde 2005.
Morales, inhabilitado por la justicia, instó a votar en blanco, lo que se tradujo en un 19% de votos nulos o en blanco. Andrónico Rodríguez, figura emergente de la nueva izquierda, solo logró captar el 8% de los sufragios, insuficiente para competir en el balotaje.
La ausencia de la izquierda en esta segunda vuelta ha dejado a muchos votantes progresistas sin opciones definidas. La gran incógnita que se plantea es hacia dónde se orientará ese voto, especialmente con unas elecciones que se perfilan entre dos propuestas distantes del legado masista.
Quién es Rodrigo Paz Pereira
Rodrigo Paz Pereira, originario de Santiago de Compostela y nacido en 1967 durante el exilio de su padre, el expresidente socialdemócrata Jaime Paz Zamora, ha sabido aprovechar el descontento con los extremos políticos.
Su campaña, caracterizada por un perfil bajo y un discurso conciliador, sorprendió al alcanzar el 32% de los votos en la primera vuelta, cuando las encuestas apenas le otorgaban posibilidades. Representando al Partido Demócrata Cristiano, ha presentado una Agenda 50/50 centrada en la descentralización fiscal y la redistribución equitativa de recursos hacia las administraciones locales.
El mensaje de Paz aboga por una «redistribución fiscal justa» y propone superar lo que él denomina «Estado tranca», un sistema centralista que ha limitado la iniciativa regional y exacerbado la crisis económica. Su propuesta busca distanciarse tanto del legado del MAS como de las recetas neoliberales, apostando por una gestión más eficaz y cercana a las necesidades ciudadanas.
En el ámbito político, Paz ha sumado apoyos como el de Samuel Doria Medina, referente liberal que quedó fuera de la segunda vuelta. También ha incorporado a figuras independientes como Edman Lara, exoficial de policía. Su perfil centrista y abierto al diálogo podría atraer a parte del electorado progresista desencantado con el MAS.
El regreso de Tuto Quiroga
Jorge «Tuto» Quiroga, quien ocupó la presidencia interina entre 2001 y 2002 y ha sido un eterno candidato, representa una clara apuesta por un giro liberal-conservador. Con un 27% de los votos en primera vuelta, llega a esta segunda ronda como portavoz de aquellos sectores que reclaman un cambio radical respecto al ciclo iniciado por Morales. Su programa incluye propuestas para reducir el gasto público, eliminar subsidios y abrirse a organismos internacionales de crédito. Quiroga ha prometido negociar tratados de libre comercio y evaluar la continuidad de Bolivia en los BRICS para buscar una mayor integración en la economía global.
Durante el reciente debate presidencial, Quiroga destacó la necesidad urgente de implementar un «plan de salvataje» internacional para enfrentar la crisis económica más severa en cuatro décadas, marcada por una inflación del 18% y escasez aguda de combustibles. Su discurso económico más ortodoxo busca diferenciarse del enfoque gradual que propone Paz.
El desafío del voto de izquierda
La salida del MAS del poder ha dejado huérfano a un amplio sector dentro de la sociedad boliviana, especialmente en áreas rurales y entre sectores populares.
Durante años, el MAS mantuvo su control gracias a una coalición compuesta por movimientos indígenas, sindicatos y clases bajas urbanas; sin embargo, ahora ha perdido capacidad tanto para movilizar como para representar institucionalmente a sus seguidores.
En las recientes elecciones obtuvo escasa representación parlamentaria y su candidato Eduardo del Castillo no llegó al 4%.
El voto progresista se encuentra actualmente fragmentado:
- Una parte significativa eligió votar en blanco o nulo siguiendo las indicaciones de Morales.
- Un segmento menor respaldó a Andrónico Rodríguez en su intento por reconstruir un bloque progresista.
- Otros podrían optar por aquel candidato que ofrezca mayor estabilidad y sensibilidad social; aquí es donde Paz aparece como el mejor posicionado para atraer ese electorado.
La evolución del voto progresista será determinante para el desenlace del balotaje. Los analistas señalan que si Paz logra consolidar una imagen responsable ante los cambios necesarios y sensible a las demandas sociales podría captar parte del voto joven y urbano desencantado con el MAS. Por otro lado, si Quiroga endurece su discurso podría movilizar a aquellos sectores más temerosos ante cualquier retroceso en derechos sociales o políticas redistributivas.
Escenarios de futuro
El resultado final en esta segunda vuelta será crucial para definir el rumbo político boliviano:
- Si Paz se impone, se anticipa un gobierno centrado en políticas moderadas con énfasis en descentralización pero enfrentando el desafío enorme de recuperar la economía sin renunciar a ciertos logros sociales.
- Si Quiroga triunfa, Bolivia podría experimentar una liberalización rápida e intensiva alineándose con las estrategias mercantiles tradicionales para atraer inversión extranjera.
Ambas posibilidades traen consigo riesgos pero también oportunidades. La fragmentación del voto junto con la falta de una mayoría clara obligará al próximo presidente a establecer alianzas dentro Asamblea Legislativa donde ninguna fuerza tendrá control absoluto.
Lo que ocurra durante este proceso tiene potencial para iniciar una nueva era política en Bolivia; uno donde cede espacio a nuevas dinámicas frente al predominio histórico de la izquierda mientras los viejos equilibrios ya no tienen cabida. Así pues, mientras aguardamos las elecciones programadas para el 19 octubre no solo se definirá quién será nuestro próximo presidente sino que también asistiremos al inicio real de un ciclo político donde las lealtades tradicionales están siendo constantemente revaluadas.
