La situación en Kupiansk es desoladora, marcada por el miedo y la resistencia.
En medio del estruendo de explosiones y el zumbido de drones, esta ciudad, que desempeña un papel crucial en el noreste ucraniano, se ha convertido en un escenario de una guerra cada vez más caótica.
La importancia de Kupiansk radica en su localización como nudo logístico. Controlar esta ciudad permitiría a Rusia asegurar rutas ferroviarias esenciales hacia Járkov e Izium, además de interrumpir cualquier intento ucraniano de contraofensiva hacia Lugansk o Donetsk. Después de haber estado ocupada durante seis meses por Rusia en 2022 y ser liberada posteriormente, Kupiansk vuelve a ser símbolo y objetivo clave. Si Moscú logra afianzar su control sobre ella, podría acelerar la recuperación de territorios perdidos en el noreste ucraniano.
En los últimos días, la ofensiva rusa ha introducido un nuevo elemento desconcertante: soldados rusos han conseguido infiltrarse a través de tuberías de gas bajo el río Oskil, haciéndose pasar por civiles para intentar tomar el control del enclave.
Esta estrategia, que desafía las convenciones internacionales sobre la guerra, complica las defensas y pone en grave riesgo a los pocos civiles que aún resisten en la ciudad.
El ataque a Kupiansk pone de manifiesto la capacidad de Rusia para reinventar sus tácticas. Decenas de soldados han recorrido extensas distancias dentro de los gasoductos, tendidos sobre plataformas improvisadas y enfrentando días de oscuridad y claustrofobia.
Al salir a la superficie, se mezclan con los residentes, vestidos con ropa civil, lo que dificulta su identificación por parte de las fuerzas ucranianas y aumenta el peligro para la población.
Más de 700 personas aún viven en Kupiansk; muchas son ancianos que carecen de agua, electricidad y gas. El 80% de la ciudad ha sido destruido; cada calle y cada edificio son objeto de un combate constante. Las bombas aéreas, la artillería y los drones rusos no cesan, convirtiendo cada jornada en una lucha por sobrevivir.
Las autoridades ucranianas se han visto obligadas a adoptar medidas drásticas, como inundar las tuberías para detener las infiltraciones. Sin embargo, el flujo de soldados rusos por otras rutas —como bosques y ríos— sigue sin cesar.
La presencia civil en medio del asedio añade una dimensión trágica al conflicto. Los pocos habitantes que quedan apenas pueden ser evacuados; la única salida segura es a pie y bajo fuego. Soldados ucranianos patrullan las calles, revisan documentos y examinan sótanos para detectar posibles infiltrados.
En los barrios controlados por los rusos, grupos de sabotaje y reconocimiento recogen información para futuras ofensivas. La convivencia entre infiltrados y civiles incrementa la tensión y obliga a mantener una vigilancia constante.
La ofensiva rusa y la situación en los frentes
El ataque a Kupiansk forma parte de una estrategia rusa que busca ejercer máxima presión en varios frentes. En las últimas 48 horas, las fuerzas rusas han lanzado una ofensiva coordinada contra infraestructuras energéticas y militares en toda Ucrania utilizando drones, misiles y aviación táctica. Se han reportado cortes masivos de energía en Kiev, Dnipro y otras ciudades importantes; incluso se han atacado hospitales y almacenes logísticos.
Rusia intenta debilitar el complejo militar-industrial ucraniano para obstaculizar la llegada de refuerzos y suministros.
El frente oriental sigue siendo especialmente activo; se registran avances rusos en Donetsk y Járkov aunque estos son lentos y costosos en términos humanos.
La adopción de tácticas no convencionales —como infiltraciones camufladas o sabotajes— refleja una intensificación del conflicto irregular.
Perspectivas y posibles escenarios
El futuro inmediato para Kupiansk es incierto. A pesar de los esfuerzos ucranianos por frenar algunos intentos de infiltración manteniendo el control sobre partes del casco urbano, el asedio continúa sin tregua. Analistas militares advierten que si Rusia logra consolidar su dominio sobre esta área estratégica podría utilizarla como plataforma para lanzar nuevas ofensivas e incrementar su territorio en Járkov.
Sin embargo, tanto la resistencia local como las dificultades para mantener suministros y efectivos dentro de una ciudad devastada complican los planes rusos. Los testimonios desde el terreno sugieren que esta batalla será prolongada, sangrienta y con un alto coste humano para ambos bandos. En este escenario complejo, Kupiansk se erige como símbolo tanto de adaptabilidad militar como del espíritu indomable civil ante un conflicto que sigue evolucionando día tras día.
En medio del estruendo bélico y el movimiento furtivo de soldados camuflados entre civiles, esta ciudad resiste. Y es precisamente esa resistencia lo que revela el rostro más impredecible pero también más humano del conflicto ucraniano.
