Al final, como sostienen muchos en Israel, la única opción será eliminarlos.
En masa. A todos.
El acuerdo de alto el fuego que se firmó el 8 de octubre entre Israel y Hamás prometía abrir un nuevo capítulo en Oriente Medio, pero solo una semana después, la situación real desmiente el optimismo que mostró Donald Trump.
El grupo islamista se ha erigido como el mayor obstáculo para consolidar lo que el presidente estadounidense describió como «el amanecer histórico de un nuevo Oriente Medio».
Las tensiones han escalado tras las ejecuciones públicas llevadas a cabo por Hamás en Gaza, lo que llevó a una respuesta inmediata del mandatario estadounidense, quien no dudó en amenazar con una intervención militar directa.
La fragilidad del acuerdo quedó patente cuando medios palestinos reportaron disparos del ejército israelí en varias áreas de la franja.
En este contexto, Trump lanzó una advertencia contundente: «Si siguen matando gente, tendremos que ir y matarlos». Esta declaración representa un cambio significativo en la estrategia estadounidense, que ahora parece deslizarse desde la diplomacia hacia la amenaza del uso de la fuerza para asegurar el cumplimiento del acuerdo de 20 puntos negociado con mediación de Washington.
El plan propuesto por Trump exige la desmilitarización total de Hamás, una condición que el grupo islamista rechaza rotundamente sin un acuerdo político más amplio entre las facciones palestinas. Esta exigencia se ha convertido en un obstáculo fundamental en esta segunda fase del pacto, después de haber logrado con éxito, aunque limitado, la liberación de rehenes israelíes y prisioneros palestinos en los primeros días. Benjamin Netanyahu ha sido claro al afirmar que la desmovilización del grupo no es negociable, postura que cuenta con el respaldo público de Trump, quien indicó que «o se desarman ellos o van a desarmarlos por la fuerza».
La propuesta implica disolver a Hamás tanto como fuerza militar como administración civil en Gaza, un objetivo que choca con la realidad política local, donde el grupo ha establecido estructuras de poder firmemente arraigadas tras años al mando. Netanyahu sostiene que «la lucha no ha terminado» y asegura que Israel alcanzará «todos los objetivos de la guerra», sugiriendo así que Tel Aviv no considera este acuerdo como definitivo, sino más bien como una pausa táctica.
El control territorial continúa siendo un tema candente. El ejército israelí mantiene su dominio sobre el 58% de Gaza, lo cual complica cualquier intento de transición hacia una solución política sostenible. Esta realidad contrasta con las declaraciones optimistas de Trump, quien insistió públicamente en que «la guerra ha terminado», mientras los acontecimientos sobre el terreno narran otra historia.
Los vídeos que han circulado mostrando ejecuciones sumarias realizadas por militantes de Hamás en Gaza han desencadenado una crisis diplomática que podría poner en jaque todo el proceso de paz. Estas imágenes, que retratan asesinatos al estilo de ejecuciones públicas, han suscitado indignación internacional y refuerzan la percepción generalizada de que este grupo islamista no está realmente comprometido con los términos acordados. La brutalidad exhibida ha fortalecido a Netanyahu, quien advierte sobre el posible «caos» si no se lleva a cabo un desarme completo del grupo.
La administración estadounidense enfrenta un dilema complicado. Aunque funcionarios de la Casa Blanca han rechazado oficialmente acusaciones sobre incumplimientos por parte de Hamás debido a la demora en la entrega de restos mortales de rehenes, las ejecuciones públicas representan una violación mucho más grave del espíritu del alto el fuego. En este sentido, Washington colabora con mediadores internacionales para brindar apoyo logístico e inteligencia necesaria para localizar los cuerpos aún desaparecidos, muchos bajo escombros tras dos años de devastadores bombardeos.
El problema logístico de los rehenes
La recuperación de los cuerpos de rehenes israelíes se ha transformado en un proceso doloroso y complicado. Esta semana se localizaron tres nuevos cadáveres identificados, pero aún quedan más de diez por encontrar y repatriar. Los familiares expresan su frustración ante la lentitud del proceso, mientras Israel amenaza con bloquear ayuda humanitaria si no se cumplen los plazos establecidos. La entrega errónea de un cadáver ajeno al caso puso a alerta máxima a Netanyahu, quien interpretó este episodio como una táctica dilatoria o un error inaceptable en la gestión del acuerdo.
Funcionarios estadounidenses han mostrado comprensión hacia las dificultades logísticas involucradas, reconociendo que cumplir con el plazo estipulado de 72 horas para localizar todos los cuerpos era prácticamente imposible. Países como Turquía han ofrecido equipos especializados para recuperar cuerpos tras desastres naturales, mientras que desde Estados Unidos se contemplan recompensas económicas por información útil sobre restos mortales.
El paso fronterizo de Rafah con Egipto permanece abierto intermitentemente, permitiendo entrar camiones con ayuda humanitaria aunque aún insuficiente para cubrir todas las necesidades básicas palestinas. Según informó Netanyahu, «probablemente» abrirá completamente dicho paso el domingo; sin embargo, esta decisión dependerá del cumplimiento por parte de Hamás respecto a sus compromisos adquiridos.
La estrategia de Trump: ¿realismo o voluntarismo?
Desde su anuncio inicial del acuerdo, Trump ha mostrado una tenacidad inquebrantable por «doblar la realidad a su voluntad» dentro del conflicto israelí-palestino. Sin embargo, esta postura entra en conflicto con el hecho evidente: ni Hamás ni Israel ven este pacto como definitivo; ambos solo han acordado los términos iniciales del plan compuesto por 20 puntos. Se trata así de un acuerdo aceptado con reticencias entre dos enemigos irreconciliables.
El discurso del presidente estadounidense ante la Knesset israelí y su posterior viaje a Egipto, donde proclamó lo que consideraba «un logro sin precedentes», reflejan su estilo político distintivo: crear narrativas triunfalistas incluso cuando los hechos son mucho más complejos y frágiles. Expertos en Oriente Medio coinciden al señalar que lo realmente crucial para finalizar este conflicto lleva apenas comenzando.
La administración Trump enfrenta ahora el dilema crucial: presionar sobre Hamás sin provocar una nueva escalada militar; al tiempo intenta mantener intacta la cooperación con Netanyahu, quien tiene sus propios cálculos políticos internos. La liberación reciente de rehenes ha eliminado una importante crítica doméstica hacia él, lo cual podría modificar sus incentivos ahora que Trump comienza a centrar su atención en otros asuntos urgentes.
La extrema derecha israelí no ha abandonado sus aspiraciones expansionistas; además, las fuerzas armadas siguen presentes tanto en Cisjordania como controlando más de la mitad del territorio gazatí. En marzo pasado, Israel rompió otro alto el fuego previo cuando sus objetivos cambiaron; este precedente genera dudas sobre cuán duradero será este nuevo pacto.
¿Puede sostenerse la tregua?
Los primeros pasos hacia el alto el fuego están siendo completados entre enormes dificultades. Aunque formalmente los combates han cesado, los disparos esporádicos reportados y una tensión constante sugieren que avanzar hacia esta segunda fase será extraordinariamente complicado. La «Declaración Trump para la Paz y Prosperidad Duraderas», documento oficial respaldando estos esfuerzos, contrasta dramáticamente con la violencia intermitente y las amenazas mutuas predominantes sobre el terreno.
En declaraciones desde el Despacho Oval, Trump afirmó no creer necesaria una intervención armada estadounidense para forzar el desarme absoluto de Hamás; sin embargo, sus propias amenazas públicas sugiriendo “matarlos” si continúan las ejecuciones indican que mantiene esa opción abierta. Esta ambigüedad calculada busca ejercer presión sobre el grupo islamista sin comprometer tropas estadounidenses en otro conflicto más dentro del complejo panorama medio-oriental.
Surge así una pregunta esencial: ¿representa este acuerdo algo más allá de simplemente liberar rehenes mediante un alto al fuego temporal?
Tanto Hamás como Israel mantienen posturas incompatibles respecto al futuro inmediato en Gaza, sin consenso alguno sobre cómo avanzar más allá esta primera fase. La capacidad mostrada por Trump para “doblar realidades” parece ser hasta ahora uno esperanza principal entre quienes anhelan alcanzar una paz duradera; aunque confiar únicamente en su voluntad presidencial podría resultar insuficiente ante toda esta complejidad histórica y política acumulada durante décadas.
