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Paco Sande

La historia de la persecución al pueblo judío

Alrededor del siglo XIII a.C., los judíos fueron expulsados de Egipto.

En el año 586 a.C., el Imperio Babilónico conquistó Jerusalén y destruyó el Primer Templo.

En el año 70 d.C., el general Tito, hijo del emperador Vespasiano, expulsó a los judíos de Jerusalén, saqueó la ciudad y destruyó el Segundo Templo.

Entre los años 132 y 135 d.C., tras la revuelta de Bar Kojba, brutalmente reprimida por Roma, el emperador Adriano decretó la expulsión definitiva de los judíos de Judea. La provincia fue renombrada como Siria Palestina, en un intento de borrar el nombre de Judea. Este exilio marcó el fin del gobierno autónomo judío en su tierra ancestral y dio inicio a una larga diáspora.

En Europa, el cristianismo alimentó una hostilidad creciente hacia los judíos. Durante la Edad Media, sufrieron restricciones legales, se les prohibió ejercer diversas profesiones y fueron obligados a vivir en guetos.

Los cruzados, en su marcha hacia Tierra Santa, arrasaron comunidades judías en Francia y Alemania, provocando masacres.

El Concilio de Letrán (1215) decretó su segregación en las ciudades cristianas. Ese mismo año, la Universidad de París condenó el Talmud y ordenó la quema de cientos de ejemplares.

A finales del siglo XIII, el rey de Inglaterra expulsó a los judíos, y el Consejo de Oxford les obligó a portar la estrella amarilla en sus ropas.

En 1390, fueron expulsados de Francia tras múltiples vejaciones.

Durante la peste negra, se les culpó del contagio por su supuesto influjo maléfico.

A finales del siglo XIV, el arcediano de Sevilla organizó grupos de “matadores de judíos”, imitando a los de Alemania, desatando una persecución que se extendió por Andalucía, Cataluña, Palma de Mallorca y Toledo.

Finalmente, en 1492, los Reyes Católicos decretaron su expulsión de España.

Ya en la Edad Moderna, en el siglo XVII, sufrieron guerras y masacres en Polonia y Ucrania. Fueron nuevamente empujados a los guetos en Italia y el Sacro Imperio Romano Germánico.

En el siglo XIX, se les confinó a la “Zona de Asentamiento” y padecieron pogromos especialmente violentos.

En el siglo XX, el Holocausto (Shoa) marcó el punto más oscuro: entre 1933 y 1945, más de seis millones de judíos fueron asesinados por el régimen nazi. Los campos de exterminio como Auschwitz, Treblinka y Majdanek se convirtieron en fábricas de la muerte.

El renacer de Israel y los conflictos modernos

En 1947, la ONU propuso un plan de partición de Palestina en dos estados: uno judío y otro árabe, con Jerusalén bajo administración internacional. Los judíos aceptaron; los árabes lo rechazaron.

En 1948 se proclamó el Estado de Israel. Egipto, Jordania, Siria, Líbano e Irak le declararon la guerra. Israel sobrevivió, ganó la guerra y amplió su territorio. Este episodio es recordado por los árabes como la Nakba —la Catástrofe—.

En 1967, durante la Guerra de los Seis Días, Israel lanzó un ataque preventivo contra Egipto ante la amenaza inminente.

La ofensiva respondió a razones estratégicas: Israel tenía solo 14 km de ancho en su punto más estrecho y fronteras extensas y vulnerables. El comandante en jefe, Moshé Dayán, decidió atacar. El presidente egipcio, Gamal Abdel Nasser, ya había llamado a la “eliminación del Estado de Israel” y a una “guerra santa”.

Seis días después, Israel salió victorioso y tomó posesión de Cisjordania, Gaza, los Altos del Golán y el Sinaí.

En 1973, Egipto y Siria atacaron por sorpresa en la Guerra del Yom Kipur. Israel venció nuevamente, lo que condujo a los primeros acuerdos de paz.

En 1979, Egipto firmó la paz con Israel, que devolvió el Sinaí.

En 1982, Israel invadió Líbano para combatir a la OLP, grupo terrorista que lanzaba ataques desde ese país.

Entre 1987 y 1993, estalló la Primera Intifada: un levantamiento palestino en Cisjordania y Gaza, con piedras y cócteles molotov. Israel se vio obligado a usar el ejército para sofocar las protestas.

En 1993, los Acuerdos de Oslo marcaron un reconocimiento mutuo entre Israel y la OLP. Se creó la Autoridad Palestina con autogobierno limitado en partes de Cisjordania y Gaza.

En 2000, fracasaron las negociaciones de Camp David.

Entre 2000 y 2005, la Segunda Intifada fue aún más violenta, con atentados suicidas. Israel volvió a recurrir al ejército.

En 2005, Israel se retiró unilateralmente de Gaza, aunque mantuvo el control de fronteras, espacio aéreo y marítimo.

En 2006, Hamás ganó las elecciones en Gaza, mientras Cisjordania quedó bajo control de Fatah (OLP). Desde entonces, los enfrentamientos entre Israel y Hamás no han cesado. Hamás lanza cohetes desde Gaza; Israel responde con bombardeos estratégicos.

El ataque del 7 de octubre de 2023

Ese día, terroristas de Hamás cruzaron la frontera desde Gaza hacia el sur de Israel en un ataque masivo, usando parapentes, motocicletas, camionetas y a pie. Atacaron comunidades y bases militares, lanzando miles de cohetes hacia ciudades israelíes, incluyendo Tel Aviv y Jerusalén. Asaltaron el festival de música Nova, cerca de Re’im, asesinando, violando y torturando a cientos de civiles, y secuestrando a unas 240 personas —israelíes y extranjeros— llevándolas a Gaza como rehenes. Aproximadamente 1.200 personas murieron ese día: el más sangriento para Israel desde su fundación en 1948.

Israel declaró oficialmente la guerra al día siguiente.

Y ese mismo día, la maquinaria propagandística y antisemita occidental volvió a activarse, desenterrando el odio endémico que el pueblo judío parece condenado a sufrir eternamente.

¿Por qué ese odio?

Porque, por mucho que se diga, los judíos no robaron esa tierra. Son herederos de una tierra forjada con sangre, sudor y esperanza. Cada piedra de sus ciudades, cada surco de sus campos, es testimonio de una historia que no se doblega. Hoy, como ayer y como siempre, tienen el deber y el derecho de defender su nación y su forma de vida frente a quienes buscan destruirlos. Ya no son un pueblo indefenso que retrocede: son un pueblo que resiste, que crea, que se levanta una y otra vez.

Y así debe ser, porque en ello les va la existencia.

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