Como conejos… uno tras otro.
Y sin piedad.
La madrugada del 16 de mayo marcó un antes y un después en el sistema penitenciario de Nueva Orleans.
Diez presos, condenados por homicidio y otros delitos graves, lograron escapar del Centro de Justicia de Orleans mediante una audaz maniobra que evidenció las serias fallas en la vigilancia y las instalaciones. Un agujero hecho detrás de un inodoro, reforzado con barras cortadas deliberadamente, fue su pasaje hacia la libertad.
En el momento en que el único guardia se ausentó para buscar comida, los reclusos atravesaron la pared, escalaron una valla utilizando mantas para evitar el alambre de púas y se dispersaron por la ciudad y más allá.
Las autoridades tardaron más de siete horas en percatarse de que faltaban estos hombres, lo que generó críticas inmediatas hacia la gestión carcelaria.
Solo durante el recuento rutinario matutino se descubrió la fuga. La imagen en la celda vacía era reveladora: una flecha dibujada apuntando al agujero y un mensaje burlón: “To Easy LoL” (Muy fácil, lol [risas]).
La cacería fue implacable. Se movilizaron agentes locales, estatales y federales, con el apoyo del FBI y alguaciles de varios estados. Se ofrecieron recompensas y se utilizaron helicópteros junto a tecnología de reconocimiento facial. El programa Crimestoppers desempeñó un papel crucial al recibir información valiosa.
Las primeras detenciones ocurrieron en las horas y días posteriores a la fuga. Un fugitivo, Kendall Myles, fue apresado tras una persecución a pie por el Barrio Francés. Robert Moody fue capturado gracias a una pista anónima. Otros fueron hallados cerca de autopistas y vecindarios; algunos aún vestían uniformes de prisión, mientras que otros ya estaban vestidos como civiles. Los detenidos fueron trasladados en helicóptero a prisiones de máxima seguridad fuera de Nueva Orleans.
En total, dieciséis personas fueron arrestadas por haber ayudado a los fugitivos, entre ellas un trabajador del mantenimiento y la pareja sentimental de uno de los evadidos. Tres empleados penitenciarios han sido suspendidos mientras se investiga su posible complicidad.
El último capturado, Derrick Groves
La captura del último fugitivo, Derrick Groves, se llevó a cabo este miércoles en Atlanta, Georgia, tras casi cinco meses de intensa búsqueda. Groves, de 28 años, tenía el historial criminal más violento del grupo: condenado a cadena perpetua por dos homicidios y dos intentos de asesinato tras un tiroteo durante Mardi Gras 2018. Fue encontrado escondido en un compartimento secreto bajo una vivienda de ladrillo tras un exhaustivo operativo del SWAT que incluyó el uso de gas lacrimógeno y un perro rastreador.
En el lugar donde se ocultaba había una pistola y quince libras de marihuana. Las autoridades sospechan que Groves recibió asistencia constante para permanecer oculto. Su captura fue celebrada públicamente por el gobernador Jeff Landry, poniendo fin a esta fuga masiva pero evidenciando las vulnerabilidades del sistema penitenciario local.
Tras su arresto, Groves mostró una actitud desafiante e incluso lanzó un beso a las cámaras. Su novia fue detenida por presunta complicidad en su fuga. Groves había escapado previamente de centros juveniles. El mensaje “To Easy LoL” fue escrito en su celda pero es atribuido al grupo.
La recompensa por su captura alcanzaba los 50.000 dólares.
La cárcel de Nueva Orleans: grietas en el sistema
La cárcel del condado Orleans lleva más de diez años bajo supervisión federal debido a problemas graves relacionados con la seguridad y condiciones inconstitucionales. Las deficiencias estructurales —como puertas rotas y cerraduras defectuosas— han sido denunciadas repetidamente por la sheriff Susan Hutson, quien insiste en que faltan personal y recursos para su adecuado mantenimiento. Este centro alberga a 1.400 reclusos, muchos considerados altamente peligrosos, dentro de un entorno restrictivo que no cumple con los estándares mínimos exigibles.
Las críticas no tardaron en llegar desde la fiscalía local y la policía. El fiscal del distrito Jason Williams calificó la fuga como un “incumplimiento total” por parte del personal carcelario, destacando el retraso en avisar al público sobre esta situación crítica así como el riesgo para testigos e inocentes. La superintendente policial Anne Kirkpatrick enfatizó los esfuerzos realizados para proteger a quienes pudieran estar amenazados debido a los casos judiciales vinculados con los fugitivos.
El impacto social y la reacción institucional
Esta fuga masiva generó gran alarma entre los vecinos, provocando evacuaciones familiares e intensificando las patrullas policiales en áreas cercanas. Las autoridades estatales alertaron a sus homólogos en estados vecinos ante el temor fundado de que los prófugos intentaran cruzar fronteras estatales. Este caso ha reabierto el debate sobre la seguridad dentro del sistema penitenciario estadounidense y ha puesto sobre la mesa la urgencia necesaria para llevar a cabo reformas significativas.
El gobernador Jeff Landry junto con la fiscal general Liz Murrill han prometido adoptar medidas más estrictas además de revisar las responsabilidades internas existentes. Las investigaciones continúan para determinar hasta dónde llegó la complicidad interna con miras a prevenir futuras fugas.
