EN UNA CÁRCEL BRITÁNICA DE MÁXIMA SEGURIDAD

Asesinan a puñaladas a Ian Watkins, exvocalista de Lostprophets, quién cumplía condena por delitos sexuales contra menores

Ian Watkins, líder de la banda galesa Lostprophets, ha muerto tras ser apuñalado por otros internos en la prisión de Wakefield, donde estaba cumpliendo una larga pena por abusos a menores

Ian Watkins
Ian Watkins. PD

El pasado sábado por la mañana, el personal del centro penitenciario de máxima seguridad HMP Wakefield, ubicado en el norte de Inglaterra, dio aviso a la policía al encontrar a Ian Watkins gravemente herido en su celda.

Los servicios de emergencia llegaron rápidamente, aunque lamentablemente el músico, de 48 años, fue declarado muerto en el acto. Las autoridades han detenido a dos reclusos —de 25 y 43 años— como responsables del ataque y han abierto una investigación por homicidio.

Este conocido centro penitenciario, que alberga a algunos de los criminales más peligrosos del Reino Unido, fue cerrado temporalmente tras el incidente mientras los detectives del Equipo de Homicidios recogen pruebas y toman declaraciones.

No es la primera vez que Watkins se ve envuelto en un ataque dentro del penal. En agosto de 2023, ya había sido apuñalado y mantenido como rehén durante seis horas por otros tres internos; afortunadamente, entonces las heridas no pusieron en peligro su vida.

Este historial de violencia refleja tanto la peligrosidad del entorno carcelario como la especial vulnerabilidad del condenado, marcado por la gravedad y notoriedad de sus crímenes.

Perfil y trayectoria de Ian Watkins

Ian Watkins nació en 1977 en Merthyr Tydfil, Gales. A finales de los años noventa se convirtió en el líder y vocalista de Lostprophets, una banda de rock alternativo que alcanzó reconocimiento internacional con álbumes como Start Something (2004) y Liberation Transmission (2006), este último alcanzando el número uno en las listas británicas.

La banda vendió más de tres millones de discos a nivel mundial y llegó a ser considerada una promesa del rock británico.

Sin embargo, su carrera se vino abajo en septiembre de 2012 cuando fue arrestado en su hogar de Pontypridd durante un registro antidroga. La incautación de ordenadores, teléfonos móviles y otros dispositivos reveló un material perturbador: imágenes y vídeos relacionados con abusos infantiles extremos.

En diciembre de 2013, se declaró culpable ante la Cardiff Crown Court por trece cargos que incluían intento de violación y agresión sexual a menores —incluido un bebé— así como conspiración para abusar sexualmente de niños y posesión y distribución de pornografía infantil. El juez John Royce lo describió como “una influencia profundamente corruptora, altamente manipuladora y un depredador sexual”, imponiéndole una condena total de 29 años más seis bajo libertad condicional.

El caso llamó la atención no solo por su brutalidad: Watkins convenció a dos mujeres —madres de las víctimas— para que abusaran sexualmente de sus propios hijos y se los entregaran.

Ambas fueron condenadas a penas que oscilaron entre catorce y diecisiete años. El entonces detective jefe Peter Doyle, con casi tres décadas en el cuerpo policial, calificó la evidencia como “la más perturbadora que he visto en mis 28 años como oficial”.

Contexto legal y social

La muerte de Watkins vuelve a poner sobre la mesa el debate acerca de la seguridad en las prisiones británicas —especialmente aquellas como Wakefield que albergan delincuentes sexuales y criminales violentos— así como sobre la vigilancia interna ante posibles ataques entre reclusos.

Si bien las autoridades penitenciarias suelen ser reservadas durante las investigaciones, fuentes cercanas al caso sugieren que el asesinato pudo estar motivado tanto por el rechazo generalizado hacia los pedófilos dentro del sistema carcelario como por disputas personales entre internos.

El perfil mediático del músico complicó aún más su situación: no solo era conocido por sus crímenes atroces sino también por algunas declaraciones controvertidas realizadas dentro del penal. En 2019 compareció ante un tribunal acusado de posesión ilegal de un teléfono móvil donde describió a sus compañeros reclusos como “asesinos, asesinos en masa, violadores, pedófilos, asesinos en serie… lo peor entre lo peor”. Esta actitud podría haber contribuido a su aislamiento y vulnerabilidad dentro del centro penitenciario.

Anécdotas y curiosidades

  • Carrera fulgurante: Antes del escándalo que manchó su nombre, Lostprophets era una banda admirada globalmente. Su caída fue tan rápida como meteórica: tras confesar sus crímenes en 2013, los demás miembros decidieron disolverse e hicieron pública su repulsa hacia las acciones del cantante.
  • Investigación internacional: Las autoridades británicas colaboraron con cuerpos policiales estadounidenses, alemanes e Interpol ante sospechas sobre posibles delitos similares cometidos por Watkins durante giras internacionales.
  • Reincidencia intramuros: Además del ataque mortal reciente, Watkins ya había sido apuñalado anteriormente dentro del mismo establecimiento penitenciario. En ambas ocasiones se repitió el mismo patrón: agresiones con arma blanca perpetradas por otros reclusos.
  • Legado manchado: Tras el escándalo que rodeó a Watkins, prácticamente toda la discografía de Lostprophets fue retirada del mercado musical mainstream. Muchas plataformas eliminaron su música mientras antiguos seguidores destruían merchandising relacionado.
  • Testimonios judiciales: Durante el juicio se reveló cómo Watkins utilizaba su estatus para manipular a seguidoras e incluso acceder a menores. Este caso sentó un precedente al mostrar cómo hubo colaboración activa entre víctimas adultas (las madres) y el propio agresor.

Reflexión final

La muerte violenta de Ian Watkins pone fin a un capítulo sombrío tanto para las víctimas como para el sistema judicial británico. Su caso es un recordatorio extremo —y poco habitual— sobre cómo puede ocultarse lo atroz tras una fachada famosa hasta que las pruebas emergen con fuerza. Su trágico final tras las rejas destaca tensiones inherentes al encarcelamiento de delincuentes sexuales en entornos donde las normas no escritas entre internos pueden resultar tan implacables como cualquier sentencia judicial.

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