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NUEVO ESCÁNDALO DE SUBVENCIONES CULTURALES

Sánchez suma a Willy Toledo a la nómina de vividores del franquismo dándole 300.000 euros del contribuyente

En la lista de paniaguados que se lo están llevando crudo están Máximo Pradera, Nacho Escolar, Queque, Juan Cruz, Zahara, el duo Alpilpil, Marina Lobo, la revista Mongolia...

Mario Lima 18 Oct 2025 - 09:01 CET
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Se puede acusar de casi todo a Pedro Sánchez y el corrupto PSOE, pero no de que sean ciateros o ingratos con sus sicarios.

Y una prueba palpable es cómo están repartiendo los millones del sufrido contribuyente español, entre los paniaguados que les bailan el agua y se prestan a hacer de corifeos en los actos de su fracasado Año de Franco.

Esta vez el foco se centra en Willy Toledo.

Este tipo, más célebre por sus pifias y metidas de pata que por sus cualidades de actor, se ha convertido en el centro de la más reciente controversia cultural tras revelarse que el Gobierno Sánchez ha asignado más de 300.000 euros a la obra 1936, una ìeza burda y penosa donde donde Toledo es uno de los protagonistas.

Esta producción, que revisita la Guerra Civil, ha generado un intenso debate sobre memoria histórica, subvenciones y las peculiares relaciones que algunos artistas mantienen con el poder.

No es Willy Toledo el único que trinca del presupuesto.

A continuación, una relación de algunos de los paniaguados que han cobrado por intervenir (cantar, presentar, hablar o actuar).

Los datos proceden de información pública de contratos menores y adjudicaciones del Ministerio de la Presidencia, Justicia y Relaciones con las Cortes, y del Ministerio de Política Territorial y Función Pública.

Incluyo detalles como el rol, el evento, la fecha aproximada y el importe (IVA incluido cuando se especifica).

Un caradura díscolo, un gobierno generoso

El Ministerio de Cultura y el Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música (INAEM) han destinado más de 300.000 euros para que 1936 sea representada como parte de los actos conmemorativos del 50 aniversario de la muerte de Francisco Franco.

El propio Willy Toledo forma parte del elenco de esta obra, producida por Check-In Producciones, que también ha conseguido contratos adicionales para llevar su espectáculo a escenarios como la bienal Europalia en Bruselas y el Centro Dramático Nacional en Madrid.

Cada función tiene un coste cercano a los 39.000 euros, impuestos incluidos, cifra que no ha pasado desapercibida entre quienes critican el uso del dinero público.

La paradoja se intensifica al recordar que Toledo ha sido uno de los críticos más acérrimos de Sánchez, llegando a calificar al presidente como «totalmente reaccionario, ultracapitalista y represor».

Además, este actor ha ido más allá al afirmar que el actual Gobierno «no cesa en reprimir a los movimientos sociales y envía a la Policía para desahuciar familias», según sus propias palabras en recientes entrevistas.

En un país donde la falsa memoria histórica se ha convertido en el nuevo santo y seña de la izquierda, el caradura Willy Toledo regresa al ruedo con su última provocación escénica: 1936, una espesa y aburrida obra de cuatro horas y media que supuestamente disecciona la Guerra Civil Española como si fuera un documental crítico sobre el franquismo y es un simple panfleto.

Pero detrás de las luces del teatro y las reflexiones «analíticas» sobre violencia y exilio, late un escándalo que huele a subvención fácil: el Gobierno Sánchez ha inyectado millones de euros públicos en engendros parecidos y 300.000 en este, mientras Toledo sigue escupiendo veneno y proponiendo guillotinas para el Rey. ¿Hipocresía progresista o simple pillaje presupuestario? La caradura de los progres brilla con luz propia en este esperpento cultural.

Un montaje «crítico» que evita a los verdaderos verdugos

Dirigida por Andrés Lima, 1936 se vende como un alegato contra la dicotomía de vencedores y vencidos, invitando al público a rumiar sobre las raíces del franquismo y el auge de la ultraderecha europea –esa que, según Lima, pasa de los golpes de Estado a las urnas con pasmosa elegancia–.

Es un simp0lem panfleto financiado por el Ministerio de Cultura, bajo el paraguas de la «memoria democrática».

En otras palabras: ”guerracivilismo subvencionado”; un chiringuito para agitar fantasmas del pasado mientras se embolsan fondos que superan el salario anual de más de 12 familias españolas promedio.

Y todo, irónicamente, para «reflexionar intergeneracionalmente» sobre libertades que Toledo pisotea con sus boutades diarias.

El verdadero protagonista y beneficiario del tinglado es Toledo, provocador profesional que ha hecho de la ofensa su marca de la casa.

Absuelto recientemente por «ofensas a sentimientos religiosos» tras sus tuits blasfemos –un juicio que abandonó con una chulería digna de Valle-Inclán–, Toledo no duda en aliarse con los peores tiranos del planeta mientras acusa a ministros españoles de torturas.

¿La caradura? Máxima. Mientras defiende revoluciones que han dejado ríos de sangre, como la cubana o la venezolana de Nicolás Maduro, se llena los bolsillos con el erario público.

En su gira internacional, el Gobierno ha soltado más de 40.000 euros solo para una representación en Bruselas durante la bienal Europalia. ¿Cultura o clientelismo? Los progres lo llaman «promoción histórica»; los contribuyentes, robo a mano armada.

Las boutades de Toledo: Apoyo a tiranos y torturadores, cortesía del presupuesto

Willy Toledo no es solo un pésimo actor: es un imán para la polémica, un torrente de insultos que fluye sin freno desde su lengua afilada. Su historial de salidas de pata de banco –o boutades, como las llaman los franceses con más elegancia– es un catálogo de hipocresía que deja en pañales a cualquier esperpento de los Quiroga. Ahí va un ranking actualizado de sus perlas más incendiarias, donde el apoyo a dictadores se entremezcla con acusaciones selectivas de torturas:

  1. Apoyo inquebrantable a tiranos latinoamericanos: Defiende a Fidel Castro y su «revolución cubana» como un baluarte contra el imperialismo, ignorando ejecuciones sumarias y prisiones para disidentes. En medios españoles, ha justificado la represión en la isla como «necesaria», mientras tacha de «fascista» a cualquier crítico. ¿Torturadores? Solo los de derechas, claro.
  2. Aliado de Maduro, enemigo de la libertad: Ha respaldado públicamente al régimen venezolano, insultando a opositores como el cantante Yotuel –al que llamó «basura fascista«– por denunciar hambrunas y torturas. Toledo, que presume de antifranquista, aplaude un gobierno acusado por Amnistía Internacional de miles de detenciones arbitrarias y ejecuciones extrajudiciales.
  3. Guillotina para el Rey, subvención para el actor: En plena fiebre republicana, propuso públicamente «guillotinar al Rey» si llega la III República, evocando la guillotina francesa con un sadismo teatral. ¿Consecuencias? Ninguna. Solo más fondos para sus giras.
  4. Torturador selectivo: Marlaska sí, Castro no: Calificó al ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, de «torturador» por la gestión de protestas, pero calla ante las torturas sistemáticas en Cuba o Venezuela. En 2019, abandonó Facebook tras una avalancha de insultos a figuras religiosas y políticas, pero fue absuelto por los tribunales –¡viva la Ley Mordaza que tanto odia!–.
  5. Enemigo declarado del Gobierno que lo paga: Declara que «Pedro Sánchez es mi enemigo» y tilda al Ejecutivo de «reaccionario y ultracapitalista«, criticando la Ley de Memoria Democrática por no ir más allá en la persecución de la apología franquista. Y aun así, el dinero público fluye: ¿desafío o doble cara de la moneda progresista?

Estas boutades no son anécdotas inocentes: son un patrón.

Toledo, que desprecia la «Ley Mordaza» por coartar la libertad de expresión, la usa para vituperar a diestro y siniestro, siempre alineado con los tiranos de izquierda. Su apoyo a regímenes que han torturado a miles –desde los campos de UMAP cubanos hasta las mazmorras de Maduro– contrasta con su cruzada contra el «franquismo residual». La caradura es palmaria: mientras los progres llenan titulares condenando dictaduras pasadas, financian a quienes las celebran en presente.

El arte pillado del presupuesto: ¿Reflexión o rapiña?

La financiación de 1936 –una de las producciones más largas del circuito nacional– reaviva el eterno debate sobre el arte subvencionado. Para los defensores ministeriales, es una «iniciativa por la reflexión histórica genuina». Para los críticos, es otra muestra de los nuevos vividores del sistema: progres que predican igualdad pero chupan de la ubre pública como parásitos. ¿Cuántos euros más para «comprender» por qué la ultraderecha gana elecciones, mientras se ignoran las lecciones de tiranías contemporáneas? El vínculo entre poder político y creación artística huele a podrido, y Toledo, con su lengua de trapo, es el emblema perfecto.

En este esperpento español, donde cultura y política bailan un tango indecente, el caso Toledo-Sánchez nos recuerda que la verdadera batalla ideológica no está en el escenario, sino en los presupuestos. Mientras los contribuyentes pagan la factura, el bufón sigue riendo… y cobrando. ¿Hasta cuándo?

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